Ovidio Nasón y Vintilă Horia: destinos espejados
Hugo Bauzá destacó el paralelismo entre los exilios de Ovidio y Vintilă Horia, afamado escritor rumano (1915-1992). Horia, en su obra Dios nació en el exilio, diario de Ovidio en Tomis, se refiere al diario apócrifo de Ovidio Nasón durante su exilio en esa ciudad. Es importante aclarar que Ovidio había sido acusado de pervertir la juventud, y fue enviado por orden de Augusto, a Tomis, ciudad
de la actual Rumania. Perdido en aquel rincón del mundo, recordó sus amores, sus triunfos, su gloria, sus libros, su escepticismo en relación con los dioses; y registró también los acontecimientos que veía y sucedían en su entorno, además de las transformaciones del mundo, a la espera del nacimiento de Dios y de la regeneración de una nueva humanidad.
“Se trata de destinos espejados en el lapso de dos milenios”, dijo el crítico al exponer la vinculación entre el exilio de Ovidio y el del propio Horia en tierras de Latinoamérica y España: “Ovidio estuvo exiliado en el Pontus Euxinus, en el Mar Negro. A Horia lo conocí en Italia. Por razones políticas complejas, en una Europa habitada por los nazis, por los soviets, Vintilă terminó preso en un
campo de concentración durante un año y medio hasta que fue liberado por los británicos. Él me contó que había ingresado al campo con 82 kilos y salió con poco más de 50. Padeció tormentos y estuvo acuciado por el flagelo del hambre. Una vez libre, vino a la Argentina por su fama de país exportador de alimentos. Vivió aquí 5 años, trabajando humildemente en un banco cuando ya
era un autor conocido, ganador del Premio Goncourt. Sin embargo, el clima húmedo de Buenos Aires afectó a su esposa, que era asmática, y regresó a Europa”.
Vintilă Horia, El Greco y Platón
Respecto de la obra del rumano, Bauzá comentó que Horia “fue profesor en la Universidad de Alcalá de Henares y autor de unas veinte novelas. Algunas de ellas, en mi opinión, muy importantes: Dios nació en el exilio (vinculada con el
exilio de Ovidio) y Un sepulcro en el cielo, (referida a Doménikos Theotokópoulos, conocido como El Greco, quien vivió en Toledo
presumiblemente autoexiliado por la presencia de los turcos otomanos, quienes habían dominado la península helénica durante ocho siglos). Tanto Toledo (ciudad de El Greco) como Alcalá de Henares (ciudad de Vintilă) eran lugares muy especiales, porque a pesar de la prohibición de los reyes católicos de expulsar a los judíos, en ambas ciudades hubo una convivencia armónica de
judíos, musulmanes y cristianos. Horia trabaja toda esa temática en el caso de El Greco”.
“Otra de las obras importantes es La séptima carta, inspirada en el texto del mismo nombre de Platón. Esta tríada de novelas es de fuste. Después escribió algunas obras complejas y tres o cuatro novelas sobre el ámbito latinoamericano cuyos planteos, acerca de la relación entre la región y la península ibérica, desestimo”, sentenció Bauzá.
Dios nació en el exilio y la postulación de “El Niño Eterno”
“En Dios nació en el exilio, Vintilă Horia lucubra sobre la relación entre el exilio de Ovidio y el suyo propio. Horia vivió en Rumania, centro de Europa, zona muy castigada por regímenes políticos diversos, diferentes grupos humanos, distintas nacionalidades (eslavos, latinos) y padeció golpes de ambos lados”.
“La novela hace un planteo curioso: a Ovidio lo exilian en el año ocho de nuestra era y vive hasta el dieciocho, Pasó 10 años en Rumania. Allí, Ovidio escribió cartas a su familia y cartas anónimas a amigos a quienes no quería comprometer por haber caído en desgracia de Augusto. Esas cartas están organizadas en dos grupos: las Pónticas (durante el exilio en Pontus Euxinus) y
las Tristia (‘Como es triste mi estado, así es triste mi canto’, decía Ovidio). En estas, el autor clama por el perdón de Augusto. Este no se lo concede y Ovidio muere en el destierro”.
“Durante este exilio sucedieron tres o cuatro cosas importantes:Ovidio aprendió la lengua de los getas, de los autóctonos y llegó a escribirla. Fue autor de un panegírico en homenaje a Augusto suplicando perdón. Según Vintilă Horia, Ovidio, en el destierro, pudo haber oído hablar del Puer aeternus, el Niño Eterno, Nuevo, aquel que, al nacer, hace renacer la vida. Eso se mezcla con la
profecía veterotestamentaria, o sea del Antiguo Testamento, que habla del nacimiento de un Niño Divino. Esto también se vinculó con el tema de la Égloga IV a Polión de Virgilio, que canta el nacimiento de un Niño Divino”.
“Un profesor muy importante, Joël Thomas, afirmó algo muy sutil: ‘Todos buscan el nomen, es decir el nombre del niño, pero en realidad hay que buscar un numen, un espíritu’. Es decir que lo que Virgilio y Ovidio ‘olfatean’ en el ambiente es la posibilidad de un espíritu que está por advenir, por llegar. La narración excelente de Vintilă Horia apunta a que Ovidio, en el destierro, habría
escuchado, atisbado, la presencia de un niño que va a venir desde el oriente.
Esto, luego, en nuestra cultura occidental, coincidiría con Cristo. Pero también coincide con la religión de los Zalmoxis, que hablaba de un Puer Aeternus, un niño que nacía siempre. Es decir que Ovidio, en los últimos años, pese a que el destierro le dolió como persona, tuvo la magia de ver la luz, el nacimiento, la finitud de un politeísmo romano vacío y la llegada de una religión que propende
a la luz, la salvación y, con ello, a la esperanza”.
Asimismo, Hugo Bauzá destacó, entre otros aspectos que “a Ovidio le pusieron, a su servicio, full time, a una mujer, una esclava, para toda necesidad, incluso sexual. Pero Ovidio la respetó, no se le acercó en ese plano. ‘¿Usted está aquí para todo?’ le dijo el poeta. A lo que ella contestó: ‘Para todo, pero no para mi alma. Ella está con mi marido. Puedo estar obligada a hacer cosas’. Así, ella le demostró a Ovidio que hay una vida del espíritu mucho más profunda que la otra vida. A través de todos estos detalle se va amalgamando la idea de la salvación que se conecta con la del Puer Aeternus, una representación oriental del niño que nace y vuelve a nacer”.
La lectura errónea de Virgilio
Respecto de la referencia a Virgilio, Bauzá subrayó una malinterpretación de su Égloga IV: “Virgilio expresaba en su obra ‘lam redit et Virgo’ aludiendo a la constelación de Virgo. Pero, por un error de traducción, tradujeron ‘Virgo’ por ‘virgen’. Luego se impuso una versión cristianizante, la cual infirió que, si se hablaba de un niño divino y luego de Virgo, se hablaba del Niño Dios y de la Virgen. Esto es un error, porque en sus composiciones del año 41 a.C. Virgilio hablaba de un niño que ‘ya’ había llegado, en pretérito, de un niño que ‘ya había nacido’. Por lo tanto no podía ser el Cristo. Los exegetas, que trataron de explicar esto, tuvieron la idea de aludir a personas reales. Pensaron que, como la composición estaba dedicada a Asinio Polión, amigo dilecto de Virgilio, que había sido Procónsul en el Oriente, la composición estaba dedicada a un hijo de Polión que estaba por nacer y acababa de llegar. Paradójicamente, ese niño murió muy prematuramente. Después adujeron miles de posibilidades en torno a la identidad del niño”.
La relegatio: puerta de esperanza
Bauzá comentó, además, que “hay en el texto de Horia un personaje enviado por Augusto, desde Roma, para, presumiblemente, controlar a Ovidio. Pero luego se van dando pautas de que no, de que se trata de un hombre puro, transparente. Es el primero que comienza a hablarle de sanación. Entre los getas, existía la religión Zalmoxis, por la que se creía en un mundo espiritual, influido por las ideas pitagóricas, que hablaba de la transmigración del alma, la metempsicosis, la sobrevida. A partir de estas ideas, se dan pistas de inmortalidad, de esperanza”.
“Así, Horia, por una melange de todos esos elementos, elabora la hipótesis de que Ovidio, en los últimos años, gracias a ese destierro menor, la relegatio, habría intuido la llegada de un tiempo nuevo de vida, de salvación, de esperanza”.
En su análisis el investigador de la Universidad de Buenos Aires relacionó estas referencias con las palabras de San Pablo al llegar a Atenas y encontrarse con un monumento al dios desconocido: “Les dijo a los ciudadanos atenienses: ‘Acá hay una lápida dedicada al ágnostos theós, el dios desconocido. Es curioso, porque ustedes, los atenienses, son muy devotos de una pluralidad de dioses. Y, llamativamente, acá hay una placa en favor de una deidad desconocida. Ese es, justamente, el Dios que yo vengo a revelarles’. Es
decir que hay un conglomerado de detalles, sincréticamente enlazados, que demuestran que hay, en el ambiente, la idea de una divina humanidad que está por advenir”.
Vintilă Horia y el plagio
En otro orden de cosas, Hugo Bauzá relató la indignación de Horia porque un novelista australiano, David Malouf, había escrito la novela Una vida imaginaria, en la que planteaba exactamente este mismo tema, sin mencionarlo a él.
“Sin embargo –aclaró Bauzá- este australiano dio una vuelta de tuerca más: el novelista habla en primera persona y relata que encuentra un chico humilde, desvalido, abandonado, al cual educa para darle la luz de la inteligencia. Pero, con el tiempo, se invierten los papeles, porque ese niño desvalido tiene luego la visión de una vida espiritual, y es el que termina educando al personaje que lo instruyó, en virtud de un acto amoroso. Así, en Horia, en Ovidio y en Malouf, pervive la idea de que el amor salva. Por eso, se cita el último verso de la Divina Comedia: ‘El amor que mueve el sol y las estrellas’”.
La UNCUYO, los clásicos y la justicia como aspiración Consultado sobre el balance de las “Jornadas culturales: Ianua Aperta.
Homenaje a Ovidio” que se organizaron en el ámbito de la UNCUYO, Hugo Bauzá expresó que lo sorprendió “la calidez de la comunidad de la FFyL y el vínculo cordial entre profesores y alumnos. Un vínculo que no se muestra tan afectado por politizaciones o grietas extremas”.
Y agregó que “la UNCUYO es una universidad de prestigio en el mundo, en lo que respecta a la enseñanza de la cultura clásica y de la literatura europea. En los años ‘50 vino, exiliado de Alemania, Gerardo Moldenhauer, quien había
sido profesor de Literaturas en Lengua Española en la Universidad de Viena. Él fue un germanista y filólogo que formó a muchos docentes”.
“La cultura clásica ha sido alimentada y fortalecida como saber viviente a través de los años de vida de esta facultad. Cuando a Unamuno la preguntaron ‘¿Para qué los clásicos?’ dio una respuesta sintética pero profunda: ‘Para novedades,
los clásicos’. A esa frase, Jorge Luis Borges contestó, con la sutileza que lo caracterizaba: ‘Sí, pero para recrearlos’. El mundo clásico es un saber que hay que resemantizar. Tenemos que recuperar su idea de armonía, equilibrio, justicia”.
“Para Esquilo, la Diké, la Justicia, era la clave de la existencia humana. En nuestro país hay una grieta. De un lado y de otro se han perdido los valores. La clave es el regreso a la ética. Sin ella, ningún sistema funciona. El gran ejemplo es Sócrates, cuyo pensamiento fue recogido por Platón en los Diálogos. Hay una conversación breve en ese texto, el diálogo ‘Critón’, en el que uno de los discípulos de Sócrates le propone huir tras ser sentenciado a muerte, en virtud de lo injusto de esa condena. Sócrates se indigna. Ese hombre, en favor de la ley y del orden del Estado, cree en una Polis armoniosa, en la que debe regir la verdad. En el momento en que se juega su vida, Sócrates no se permite renunciar a esos ideales. Habla de su carcelero, de quien dice: ‘Este hombre,
aunque hace una tarea dura, ominosa, lo hace con respeto, porque responde a la ley, al Estado’. Sócrates se dirigía a ese carcelero con diminutivos afectivos. Fue un cabal ejemplo de la ética. Si cada uno de nosotros cumpliera su labor, sin pretensiones de poder, nuestro país se ordenaría hacia un legítimo destino.
La justicia es la que gobierna el mundo”, cerró el Dr. Hugo Bauzá.
Hugo Bauzá (*) es Doctor en Letras por la Universidad Nacional La Plata, (Argentina) y Docteur por la Univ. Paris IV-Sorbonne, cuya tesis fue dirigida por Pierre Grimal). Durante cuatro décadas fue Profesor de Lengua y cultura latinas en la UBA. Si bien, formado en Filología Clásica, en los últimos años, dirige sus investigaciones al campo filosófico del imaginaire. En la Academia Nacional de
Ciencias de Buenos Aires dirige el Centro de Estudios del Imaginario. Ha sido profesor visitante en varias Universidades extranjeras (Complutense, Coimbra, Santiago de Compostela, Perpignan, Metropolitana de Ciencias de la Educación, Chile) y conferencista en la Scuola Normale Superiore (Pisa) y en el Dartmouth College (USA).