En los últimos años, la sociedad cambió notablemente en cuanto a su situación económica, política y social. Sin embargo, la educación no siguió el ritmo de ese cambio. Fundamentalmente, el más evidente y más palpable son los estudiantes. Ellos no son los mismos de hace varios años ni aprenden de la misma manera. De aquí surge el concepto de la Educación centrada en el Estudiante. En este mismo sentido, los cambios sociales propiciados por la pandemia del COVID 19 y el contexto de encierro, interpelaron a los docentes e impulsaron además que los educadores se replanteen, casi sin proponérselo, otras formas de diseñar experiencias de aprendizaje. A partir de ese momento, se aceleraron los procesos de digitalización de los recursos y los medios de enseñanza. Los docentes universitarios se movilizaron hacia los entornos virtuales de aprendizaje y adquieren habilidades y aprendizajes con la misma experiencia práctica.
Hoy, parados firmemente en este presente, podemos decir que los profesionales que trabajamos en la educación superior hemos sabido capitalizar en gran medida el aprendizaje en el uso de tecnologías digitales. Pero cómo, cuándo y dónde las aprendimos es difícil de verificar. Los límites entre la educación formal e informal están difusos en un mundo que se encuentra atravesado por lo digital, y que de alguna manera nos obligó a aprehender otras formas de educar hasta el momento desconocidas o lejanas. De aquí surge la necesidad de conocer y describir a las competencias digitales e investigar en detalle con qué reservas de talento contamos en nuestro haber de profesores, cómo podemos beneficiarnos de ello y sobre todo cómo planificar los pasos siguientes hacia un modelo de aprendizaje digital, inclusivo, internacional que dé cuenta de docentes formados en competencias capaces de diseñar experiencias de aprendizaje significativas, duraderas y de calidad para los estudiantes que tenemos.
Es indispensable entender que la formación basada en competencias y las competencias digitales como transversales a las demás es una premisa fundamental que se encuentra plasmada en normativas internacionales, nacionales, como así también se reflejan en estándares académicos y en los perfiles de egresados de los planes de estudios. Lo que no debemos perder de vista, es que esto solo será real si se adoptan estrategias de enseñanza específicas en el aula para poder desarrollar estas competencias. Entonces hablamos del diseño de experiencias de aprendizaje que posibiliten el desarrollo de las mismas.
En este marco, el proyecto que lleva adelante la Secretaría de Virtualidad de la Facultad de Filosofía y Letras busca mirar las competencias digitales tanto de productores como de usuarios para identificar mejoras que decantan en las interfaces virtuales, como frontera que vincula competencias de producción, de codificación y decodificación, de lectura y la experiencia de los usuarios.
“La FFyL evalúa anualmente la calidad de sus aulas virtuales desde el año 2018 y con la implementación de este proyecto, queremos evaluar otras áreas: accesibilidad, redes de especialidad, derechos de autor, contenidos digitales, recursos abiertos.”
Criterios de Evaluación
Este equipo de trabajo toma como referencia para la certificación de aula el Marco Común de Competencia Digital Docente, de ahora en más (DigCompEdu).
En la actualidad, no entendemos el mundo de la educación sin el uso de las nuevas tecnologías. Sin embargo, el desafío más importante es conocer si los docentes están preparados para enseñar en ese universo y cómo los acompañamos en ese proceso. En esta línea, el DigCompEdu establece los criterios para medir cuáles son las competencias digitales de los docentes así como también sus habilidades y conocimientos que deben adquirir para ser digitalmente competentes.
Entendemos por competencias digitales a las facultades, capacidades, conocimientos y habilidades para usar de forma segura y crítica la tecnología en el trabajo, el ocio y la comunicación. “La competencia digital se apoya en las habilidades del uso de ordenadores para recuperar, evaluar, almacenar, producir, presentar e intercambiar información y para comunicar y participar en redes de colaboración a través de Internet” (European Parliament and the Council, 2006).
El instrumento creado por la Secretaría de Virtualidad de la FFyL, se basa en elementos observables y medibles en los entornos virtuales de aprendizaje con los que cuentan los espacios curriculares. Está representado en una rúbrica de evaluación que toma las cinco áreas de las competencias digitales, pero adaptadas a la realidad de nuestro sistema educativo, los contextos en los que enseñamos, las normativas institucionales, entre otros aspectos.
Las cinco áreas son: Compromiso profesional, contenidos digitales, evaluación y retroalimentación, enseñanza y aprendizaje y empoderamiento de los estudiantes. Además, incorporamos otra área en relación con la Internacionalización del espacio curricular y los elementos que destacan y hacen factible estos proyectos. Este último se ha elaborado en colaboración con la SEPINE, la Secretaría de Evaluación y Planificación para la Internacionalización y la Nacionalización Educativa.