El pasado 14 de agosto la Universidad Nacional de Cuyo conmemoró su aniversario y entregó medallas al personal docente y de apoyo académico de las distintas unidades académicas, reconociendo el cumplimiento de 30 años de servicio.
Marcelo Navarrete fue uno de los galardonados. Entró en 1987. Su primer trabajo lo desarrolló en la Biblioteca, luego atendió la fotocopiadora de la Facultad que estaba en el hall central. Más tarde se desempeñó en el área de Contaduría y fue trasladado a Informática que es donde ha permanecido la mayor cantidad de años. Ahora trabaja como coordinador en la Librería Liliana Bodoc, ubicada en el primer subsuelo del edificio, desafío en el cual aún no cumple el año.
Por reconocimiento de sus pares, fue electo Consejero Directivo por el claustro no docente para el período 2016-2018, y; ha sido reelecto como consejero titular para el período 2018-2022.
Navarrete se conmueve al recordar la anécdota que lo une a su padre, se muestra reflexivo en el repaso laboral y agradecido por el camino recorrido a lo largo y a lo ancho de estos últimos 30 años.
¿Cómo recibió el reconocimiento de la Medalla entregada por la UNCUYO?
¡Te pasa algo increíble! No tomas conciencia del tiempo. No te das cuenta todo lo que pasó y de lo rápido que pasó.
Han sido momentos tan gratos y la he pasado tan bien que cuando yo vengo a trabajar, vengo contento y con expectativa de ver a mis amigos, a la gente que quiero, de hacer el trabajo encomendado. Nunca me he sentido presionado.
Me arrepiento de no haber terminado un carrera universitaria.. Nunca busqué el perfeccionamiento técnico porque no tuve una vocación definida. Inicialmente estudié Ingieneria Industrial y luego Ingieneria Civil, pero nunca terminé. Me llevó mucho tiempo y cuando quise acordar estaba haciendo planes para casarme.
Hoy estudiaría psicología o periodismo. Aunque uno entra en la vorágine de criar a los chicos y el tiempo libre lo usa en otra cosa. Aunque nunca digo nunca.
¿Qué me significa? Bueno, la facultad me ha dado todo. Aquí conocí a mi mujer (la profesora de inglés, Allison Llaver), tenemos 2 hijos (Adrián de 11 años y Mercedes de 16) que son lo más importante del mundo. Tengo amigos que son como hermanos. Por ejemplo, José Luis Sánchez (alias el Colibrí), Daniel Rodríguez y Eduardo Romero. También cuento entre ellos a un gran amigo que se nos fue prematuramente, Carlos Soria, que trabajaba en biblioteca. Por eso te digo, tengo hermanos y el resto son buenos amigos.
¿Alguna anécdota o recuerdo que nos quiera compartir?
En relación a mi viejo, lo admiro muchísimo y probablemente me emocione mientras cuento esto. Vos podés preguntarle a cualquiera acá en la facultad quién es don Sebastián Navarrete. Mi viejo llegó a la categoría máxima administrativa como Director General Económico Financiero y se mantuvo en ese lugar durante muchísimos años.
Don Navarrete es sinónimo de honestidad, capacidad de trabajo, prudencia y buena persona. En él esas características se dan de una manera notable. Es un ejemplo a seguir, una institución.
Tal es así que cuando él se jubila, se le hace un ágape donde participó todo el mundo, toda la familia. Entonces el decano le dedicó hermosas palabras. Nunca me voy a olvidar de las palabras de él.
Cuando le tocó hablar, agarró el micrófono y dijo “Siempre hice lo correcto, yo les agradezco a todos que estén acá, homenajeándome, me llenan emoción, pero no me lo merezco. Yo no hice nunca nada extraordinario. Llegué temprano, me fui a horario, no robé, trabajé, fui buena persona. Nada extraordinario, solo hice lo que tenía que hacer”. Me acuerdo que la gente lo aplaudió de tal manera que fue increíble (se emociona). Fue una lección para mí. Tiene razón. Pero en una sociedad en que la mayoría fallamos, el tipo que hace lo correcto se destaca.