UN NUEVO PERFIL DE ESTUDIANTE
El investigador y docente señaló que “la universidad pública, en el ámbito de la educación pospandemia, ha investigado qué perfil de estudiante actual hay que contemplar. Existe una investigación muy interesante de la Universidad Nacional del Sur (UNS), sobre cuáles son las expectativas reales de los y las estudiantes una vez que terminan la escuela secundaria. Allí nos encontramos con algunas sorpresas”.
“Este estudio se realizó en el ámbito de Bahía Blanca y zona sur de Buenos Aires, pero noto que, para el caso de Mendoza, existen algunos perfiles similares. Los de mi generación ya veníamos con un guion: terminar la secundaria, ingresar a la universidad para luego insertarnos en un ámbito laboral en el cual progresar y luego jubilarnos. Hoy, los jóvenes tienen otros guiones, otros trayectos, no hay una relación tan lineal, hay tal vez la perspectiva de un ‘ensayar’, ‘ir probando’. Tampoco se piensa un trabajo para toda la vida, sino con la opción de cambiar, de cumplir instancias previas hasta finalizar los estudios. Los equipos de investigación de la UNS relevaron estos aspectos que podemos constatar también aquí”.
“Otro punto a destacar en este estudio es que, ya sea por razones económicas o no, no existe más ese perfil del estudiante cuya profesión es la de ‘estudiante’, cuya tarea única y exclusiva es estudiar. La posibilidad de estudiar y trabajar aparece un componente fuerte en su horizonte prospectivo. Y lo vemos también en la realidad: nos encontramos con estudiantes cuyo proyecto no es solo estudiar, sino también trabajar para tomar contacto temprano con el mundo laboral, para, por una parte, saber “de qué se trata todo” y no “desayunarse” de la realidad una vez culminada la carrera. Algunos/as trabajan por necesidad, para poder estudiar y también para ahorrar y lograr una autonomía económica que permita hacer trayectos futuros. Por último, otro aspecto que está mencionado en la nota de Télam es que nos encontramos con estudiantes que ya han formalizado una pareja, que tienen hijos/as, o familiares a su cargo, con una realidad más compleja”.
"Asimismo –continuó- se incorporan dos elementos al análisis: vivimos en un contexto en que se promocionan políticas de inclusión, por lo que, tanto en el nivel secundario como superior, nos encontramos con aulas más heterogéneas, con personas con discapacidad, que, en esta política de promoción de la inclusión, ven la posibilidad de finalizar sus estudios superiores. También hallamos estudiantes adultos mayores, que ya habían realizado algún trayecto formativo, pero que necesitan complementar sus estudios, y esto se ve cada día más. Estamos con una situación áulica muy diferente y una universidad muy distinta de la que hemos vivido los de mi generación”.