Alcira Beatriz Bonilla es Doctora en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y el Ministerio de Educación y Ciencia del Reino de España. También es Lic. en Filosofía por la Universidad del Salvador. Integra la “Red para la Articulación y Fortalecimiento de los Investigadores en Derechos Humanos en Argentina (RAFIDHA)” y es Investigadora Principal del CONICET. Fue invitada especialmente a las Jornadas en Conmemoración “A 70 años del Primer Congreso Nacional de Filosofía de 1949. Filosofía y Comunidad”.
El Primer Congreso Nacional de Filosofía: Un hito cultural
Al hacer referencia a aquel Primer Congreso de Filosofía celebrado en Mendoza, la Dra. Bonilla consideró que “fue una celebración espléndida, creo que además los acompañó un tiempo magnífico, de modo que tuvieron también la oportunidad, los invitados extranjeros, de conocer algunos lugares de esta hermosa provincia. El Primer Congreso Nacional de Filosofía fue un hito importante en la historia cultural argentina y, obviamente para nuestra Filosofía. Creo que, con su celebración, la filosofía argentina queda instalada en el mundo como una filosofía joven, pero madura a la vez: Es decir que dimos muestras, en ese momento, de que nuestros filósofos y algunas filósofas que participaron, no tenían nada que envidiar a sus colegas europeos, norteamericanos y, por supuesto, iberoamericanos que vinieron. Demostraron que estaban excelentemente formados y que podían pensar con originalidad y situados en este lugar de nuestra América. El Congreso celebrado en la UNCuyo, en 1949, fue el primero de este tipo que se hizo en Latinoamérica”.
El Congreso y la figura del Presidente de la Nación
Al ser consultada sobre cómo y en qué circunstancias se decidió organizar aquel Primer Congreso de Filosofía, la Dra. Bonilla explicó que “en el Instituto de Filosofía de la UNCuyo, se había pensado celebrar el Primer Congreso Argentino de Filosofía en 1948, no en el ’49, para conmemorar los 10 años de la creación de la Universidad. Por diversas razones que se podrán investigar, la idea del Congreso
se nacionaliza, y se proyecta invitar a personalidades del ámbito iberoamericano. Resulta que esta idea original, llega a oídos del Presidente de la Nación, y considerando que el año 1949 era un año de grandes realizaciones (año de la Constitución Nacional, también el 22 de noviembre se decretó la eliminación de aranceles universitarios), se le quiso atribuir a ese encuentro una envergadura mayor, y fue así que se decidió modificar la denominación original, para llamarlo ‘Primer Congreso Nacional de Filosofía’. Se sumaron autoridades, surgieron 3 Secretarías que no estaban en un comienzo: General, Técnica y de Actas, y se traslada la fecha a 1949. Se decide entonces que el cierre del Congreso lo haría el Presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, con un discurso sobre la Comunidad Organizada y que después, el 13 de abril, se concretaría un Acto Solemne, en el Teatro Colón, donde se nombraría, a los profesores invitados, Profesores Honorarios de la Universidad Argentina. En ese Acto, Perón también entregó los diplomas. Fue en un marco magnífico y memorable, con una cena de gala y el gran discurso de clausura”.
Los inicios de una filosofía nacional
Alcira Bonilla no dudó en afirmar que aquella primera cita filosófica impulsó la aparición pública de los primeros exponentes vernáculos de la disciplina. Y recordó que “Federico García Rubia hizo una pequeña alocución, en el marco del Congreso, en la que señalaba que, a partir del Congreso, se abría una nueva etapa para la filosofía argentina y cito: ‘…con un pensamiento filosófico nacional, sensible a la problemática contemporánea e inquieto por ella, capaz de atisbos penetrantes, de formulaciones sutiles, de planteos inteligentes’”. Asimismo, Bonilla señaló que aquella cita fundó las bases para futuros congresos, algunos muy importantes, como el del año 1971, en Córdoba: “Ese Congreso Nacional de Filosofía dio nacimiento a la Filosofía de la Liberación, un neto producto argentino, donde profesores jóvenes en ese momento (Osvaldo Adelmo Ardiles, Mario Casalla, Horacio Cerruti Guldberg, Carlos Cullen, Enrique Dussel, Rodolfo Kusch, Arturo Andrés Roig, Juan Carlos Scannone, y Julio de Zan.) propiciaron este movimiento filosófico que tuvo alcances internacionales y que aún goza de mucha vitalidad y vigencia”.
Las tres lecciones del Congreso
Cuando se le consultó a Bonilla cuáles, a su juicio, eran los legados más valiosos de aquel Congreso, afirmó resueltamente que “nos dejó tres lecciones: la primera lección es, en principio, una lección de madurez. La segunda, se da por la negativa a quienes, desde la propia academia filosófica argentina, más por razones políticas que filosóficas, se opusieron e intentaron desprestigiar aquel Congreso. El daño no fue demasiado grande, pero esto nos advierte sobre la necesidad de acometer ejercicios de pluralismo en nuestra academia, porque lo que dejamos afuera es pérdida, no ganancia. Por último, en cuanto a la participación de las mujeres en el Congreso, fue muy escueta. Ninguna ostentó cargos. Su participación fue a través de ponencias que estuvieron en un segundo plano. Las mujeres, si bien estaban en el listado de asistentes, no estaban ni nombradas en la organización del evento. Tal fue el caso de Alicia Eguren, la compañera de J. W. Cook, dirigente peronista. Si analizamos las temáticas que las mujeres trabajaron en el Congreso, nos encontramos con la sorpresa de que así como la filosofía no ha sido considerada un género femenino de pensamiento y escritura, cuando comienza a ser pensada como tal, las mujeres son mejor vistas en ciertas áreas de la filosofía afines a su género: Estética, Filosofía de la Religión, Mística, Filosofía de la Educación. Es entonces curioso ver en las ponencias de alguna colega francesa, discursos y postulaciones sobre mística y poética. Las colegas argentinas discurrieron sobre Literatura y Educación, y temas de Historia de la Filosofía. Adelina Castex, por ejemplo, presentó un trabajo sobre Alberdi y el historicismo, su concepto de nación. Algún otro trabajo de una ponente de Buenos Aires, homenajeaba la figura de Francisco Suárez, el filósofo jesuita del SXVII. Había ‘temas para mujeres’. La batalla por el espacio femenino estaba veladamente presente en este Primer Congreso Nacional de Filosofía”.
Bonilla redondeó su postulación afirmando que, por un lado, “se dieron muestras de madurez filosófica, porque desde aquel momento, no debemos pedirle permiso a nadie para hacer Filosofía. Una vez que se instalaron la Filosofía de la Liberación, las distintas líneas del pensamiento crítico y demás, en colaboración con colegas de ‘toda nuestra América’, como dijo Martí, se comenzaron a cultivar líneas de trabajo que, sin rechazar el pensamiento europeo, ya no se sentían ‘discípulos’ en el sentido fuerte de la palabra, es decir no se sentían obligados a seguir un canon particular, ni lineamientos filosóficos sin los cuales pudieran existir. Por otro lado, se comenzó a tomar conciencia de las posiciones polémicas interesadas, y comenzaron a mostrarse los atisbos de la presencia de mujeres en la Filosofía. Las tres lecciones se resumen en madurez, pluralidad e incipiente aparición de las mujeres”
La segunda parte de la entrevista, aquí.