Se la ve entera, fortalecida. Y con una sonrisa que no desaparece a lo largo de toda la charla. Paula Chaves tiene 52 años, es Ingeniera Civil y estudiante avanzada del Traductorado Bilingüe Inglés-Español de la facultad de Filosofía y Letras.
Hace 10 años su vida fue interrumpida por un suceso que la obligó a renacer. Nada volvió a ser igual. Sufrió un accidente que trajo como consecuencias una lesión cerebral grave, amnesia y heridas varias. También le dejó una fractura de fémur que se fue complicando hasta transformarse en una discapacidad motriz.
Paula Chaves fue reconocida en la reunión del Consejo Superior el pasado 20 de septiembre con la distinción “María Elisa Norton Farmache”. Este premio reconoce méritos excepcionales de jóvenes en pro de la obtención de su título como consecuencia de situaciones de adversidad –sean de índole social, económica o de salud– y que manifiesten una trayectoria académica destacable.
Chaves reúne todas esas características. Además de una fuerza que sugiere trascenderlo todo. ” Volví a nacer. Tanto es así, que ingresé al hospital como N.N y cuando mi madre llegó le dijeron que había fallecido” indica Paula conmocionada.
Hoja en blanco
“Me llevó mucho tiempo volver a aprender a hablar, a caminar, a pensar. Tuve una lesión cerebral muy severa, con amnesia. Fue empezar todo de nuevo y cuando ya pude moverme con bastón -porque estuve mucho tiempo en silla de ruedas, y luego con andador- sentí que ya iba a poder incorporarme a la sociedad” sostiene con mirada tímida. Es que Paula tuvo que ser asistida permanentemente durante años. Después de ese accidente que le cambió la vida, empezó un proceso lento que trajo sinsabores. Pero que ella abrazó con ilusión.
Al año y medio del accidente Chaves se fue a vivir sola, pero ya no se podía reincorporar al espacio laboral. Hasta ese entonces, trabajó para la International Code Council (empresa estadounidense que nuclea a ingenieros) y aunque ellos le siguieron confiando sus trabajos, ella se sentía sobrepasada.
“Cuando ya pude hablar y contestar, me empecé a dar cuenta que tenía muchos baches mentales. Hacía cosas que no entendía. Tenía mucho que remontar” sentencia convencida. Y entre sus múltiples terapias de rehabilitación, sus médicos le recomendaron estudiar algo completamente nuevo. “A mí se me ocurrió que fuera inglés, no era nuevo, pero en ese momento de confusión para mí lo era”, señala.
La facultad con forma de esperanza
“Cuando empecé en la facultad, fue una de las primeras salidas a un ambiente que no estuviera relacionado estrictamente con lo médico, Vine acompañada por mis padres porque no sabía cómo iba a entrar. En ese entonces no había rampa, era un abismo que salvar” dice la Ingeniera.
En el año 2012 ingresó a Filosofía y Letras. La inscribieron en el “pre a distancia” y así tramitó el acercamiento a su carrera desde su casa, un ambiente adaptado y reconfortante. Fue una situación muy difícil: no podía leer, no entendía lo que leía, no interpretaba, manejaba otros tiempos. Sin embargo, su dedicación pudo más. Rindió y aprobó.
Cuando llegó el cursado, concurrió todos los miércoles con mucha dificultad, porque sus profesoras le habían advertido que a Fonética y a Fonología tenía que asistir obligatoriamente.
Durante mucho tiempo, Chaves albergó la ilusoria posibilidad de volver a trabajar en Ingeniería, razón por la cual no había tramitado la jubilación. Gastó sus ahorros, y la ayuda económica de sus amigos, hasta que la luz de alarma se encendió otra vez. Fue entonces que quien era el Secretario de Asuntos Estudiantiles y Acción Social, Horacio Chiavazza, le ayudó a tramitar una beca.
Con la ayuda conseguida, no pudo seguir cursando, y se inscribió en un curso de conversación. Fue rindiendo las materias libres, hasta llegar a las inevitablemente presenciales.
“Como en ese entonces, no había ascensores, no había forma de que entrara al edificio. Los chicos de ordenanza me ponían en una silla y entre cuatro, me subían. Hasta que encontré al profesor (actual vicedecano) Gustavo Zonana y me dijo que no me preocupara. A la semana me pusieron todas las clases juntas en una sola aula. Me habilitaron la parte de atrás, para ingresar a la facultad” expresa Chaves con cierta emoción, porque a partir de lograr un ritmo de estudiante, su camino académico mejoró notablemente.
La facultad se fue volviendo un ámbito amigable que planteaba desafíos cotidianos: saber llegar a la institución, tomar un taxi, manejar el dinero para moverse, adaptarse a las sillas de cursado. “Para mí era una maravilla aprender, y poder remontar cosas que son básicas y que yo no sabía. Imagínate que no tenía recuerdos” manifiesta Paula.
Muy paulatinamente fue recuperando su memoria. Durante el pre de inglés - casi como paradoja de la vida – recordó que “alguna vez” estuvo en Londres. Y de a poco, pudo ir reconstruyendo sus recuerdos y reconociendo su historia.
La responsabilidad de todos
Paula no duda en sostener que para su entorno también fue un proceso duro. Hubo un antes y un después del doloroso incidente que casi le cuesta la vida. “Sólo conservo los amigos que pudieron volver a conocerme. Sigue siendo difícil cualquier encuentro que me lleve al punto anterior al accidente, porque sigue existiendo un abismo traumático” enuncia reflexiva.
Chaves jura que sólo se proyecta al día de hoy. “Hay que aprender a vivir con limitaciones, lidiar con lo peligroso. Porque si bien están las leyes (de accesibilidad), eso no se traduce al mundo real. Están las escaleras y si no las podés subir, aguantátelas”.
La futura traductora, sostiene que la Universidad tiene la obligación de reparar en los mecanismos que permitan la adaptación de todas las personas, al proceso educativo. Sugiere que el Estado tiene que estar presente, y la Universidad debe propulsar los cambios.
“Todos necesitamos de todos. Los logros que pude tener, no lo hubiera podido alcanzar sin las manos que me ayudaron: profesores, ordenanzas, alumnos, autoridades. Porque de alguna manera entre todos, vamos tomando conciencia, vamos aprendiendo” finaliza la estudiante, claramente agradecida.
A Chaves le quedan 7 materias para recibirse de Traductora y encontrar su nuevo espacio para desarrollarse como profesional. Parece acompañarse comprometida y pacientemente. “No te queda otra” dice, mientras levanta sus hombros y sonríe. Y se le ilumina la cara renacida. Sabe del tamaño de sus esfuerzos, y de la nueva oportunidad que le dio la vida.