Ovidio: el oficio de escribir y la construcción del lector
Para Álvarez Hernández “Ovidio es el primer poeta de la Roma Antigua que se asume como un literato, es decir un escritor. Un profesional de la literatura.
Recoge el pasado literario, renovándolo desde el lugar de un escritor que tiene una inventiva extraordinaria, que depara sorpresas a cada paso. Se trata de alguien que conoce a fondo el oficio, el arte de escribir. Conoce la literatura grecolatina anterior, la evoca siempre. Sus lectores tenían una alta cultura, al igual que los de Horacio o Virgilio. Ese era el circuito de recepción de las obras
poéticas antiguas: personas educadas, cultivadas. En el caso de Ovidio, hay una peculiaridad: se reconoce y opera, desde el texto, como alguien que tiene el oficio de escribir y que construye un público. Le habla a un lector. Esto no se daba en la poesía anterior. Los poetas romanos anteriores se dirigían a un personaje determinado. El lector, como figura instalada en la escritura, no es
muy común en la literatura anterior a Ovidio. Este instala al lector, le habla y lo
construye”.
Las mujeres lectoras de Ovidio
“En su obra amatoria prefigura un lector joven –añade el docente- quiere ser leído por gente joven, incluyendo a los géneros masculino y femenino. Es un detalle no banal. La literatura antigua, en general, presuponía un receptor masculino, de alta educación. En la época de Ovidio nos encontramos con un público lector femenino bastante amplio, mucho más de lo que uno podría
sospechar. La historiografía, a este respecto, es un poco prejuiciosa o demasiado, esquemática, colocando a la mujer en un orden muy subordinado, instalándola como un ser que no recibía educación, preparado simplemente para el matrimonio o dedicado al placer. En Roma, ya desde la época de Catulo, se puede detectar la presencia de mujeres de alta formación que coexisten, que conviven con los poetas, con los intelectuales en los círculos aristocráticos. Esa franja femenina de recepción se amplía hacia la época de Ovidio, quien la tiene muy en cuenta, atento a qué les interesa a las lectoras femeninas”.
“Esto es recurrente en su discurso –continúa el catedrático- . Continuamente saca a relucir a qué público se dirige, qué va a encontrar ese público en su poesía. Hay una especie de apelación a la lectura. Da señales para advertir con qué contenido se van a encontrar jóvenes y receptores femeninos. Esta es la novedad de Ovidio”.
Propercio, Tibulo y la esclavitud del amor
“La elegía amorosa de los antecesores de Ovidio, como Cornelio Galo, Propercio o Tibulo, expresa una especie de malestar de la juventud aristocrática respecto de las obligaciones familiares y cívicas, de la sociedad en general y de la familia en particular. La juventud del período preaugusteo y augusteo, de fines de la República, siente las obligaciones cívicas y familiares
como una carga. Hay una crisis de esos valores, del cursus honorum. Necesita refugiarse en algún lugar”, explica el crítico.
“Esto se evidencia en Propercio y Tibulo, en que la poesía se instaura como un refugio donde el poeta construye una identidad propia a partir de la consagración sufriente al amor. De Cornelio Galo, el primer elegíaco romano, lamentablemente no se conserva su obra, salvo algún fragmento o versos aislados, con los cuales es imposible construir planteos”.
“El término que define la consagración de Propercio y Tibulo es exservuitium amoris o esclavitud de amor. La palabra esclavitud en el Mundo Antiguo es muy fuerte. Para nosotros, podría sonar como una especie de metáfora, pero los esclavos existían y formaban parte de la vida cotidiana. De modo que declararse esclavo, con toda esa connotación emotiva de la esclavitud, es una autodefinición muy particular que hace que el poeta amante, subordinado a esa pasión,se someta a la autoridad de una mujer. Esto era grave para la Antigüedad. El hecho de confesarse enamorado ya configuraba un escándalo. Un sujeto varón, que se confesaba enamorado, infringía los cánones morales de la Antigüedad. El amor era visto como una patología, una enfermedad. El matrimonio no se basaba en el amor. Los cónyuges aristocráticos muchas veces no se conocían. Eran las familias las que concertaban la unión. Si
resultaba bien, existía un afecto marital. El amor, en el sentido que entendemos hoy, prefiguraba una experiencia que no se relacionaba con el matrimonio”.
Los jóvenes y la crisis de los mandatos
Álvarez Hernández relata que los jóvenes, para ese entonces, preferían marginarse de la sociedad, sufrir el amor hasta con vergüenza, antes que tener que someterse a los mandatos familiares y sociales: “El matrimonio entra en crisis desde mediados del Siglo I a.C. y durante todo el período augusteo.
Augusto, que desarrolla una política de restauración de las costumbres, promulga leyes para obligar al matrimonio y a tener hijos. La juventud aristocrática no quiere ya saber de esa obligación, ni de los deberes militares.
El compromiso de ir a la guerra significaba perder la mitad de la vida para quienes se sometían al cursus honorum. La juventud de este período, desde Catulo en adelante, encuentra, en la elegía de estos poetas, la posibilidad de imaginar una vida alternativa en su fantasía, en su construcción mental. Una forma de protegerse de ese mundo y encontrar allí la expresión de sentimientos muy profundos que, de otro modo, no se podían exteriorizar. Esto es lo típico de la elegía erótica o amatoria anterior a Ovidio”.
Ovidio y la deconstrucción discursiva
“Cuando comienza a escribir poesía erótica, Ovidio no está pensando en esa experiencia, porque él no la vive. –Continúa Álvarez Hernández-. Él es miembro de la aristocracia, con una educación de excelencia. Tiene una carrera brillante, en su cursus honorum, ya iniciada. Aceptaba el mandato familiar. El hecho de que existiera ya una tradición que tiene un mundo de receptores que espera más de un género que atrae, es lo que lleva a Ovidio a cultivar la elegía erótica. Hay un circuito de circulación, como de lectores
cautivos, que espera y pide más. Ovidio construye a partir de esta realidad. Sus operaciones con la tradición elegíaco-erótica son literarias, de un ingenio extraordinario, con mucho de humor”.
“Él deconstruye el discurso, muestra el revés de la trama: en Tibulo y Propercio se ve un tipo de vida alternativo, sufriente y de sometimiento a una pasión que, a veces, avergüenza, y da orgullo. Ovidio invierte esto, y refleja lo que realmente hay detrás de eso: una vida galante de la época, en que el amor es casi un deporte. Códigos de conquista de la mujer bella que, a su vez, busca,
de algún modo, conquistar con su indumentaria, su acicalamiento. Ovidio expone esto, a diferencia de sus antecesores. No sabemos cómo eran esas mujeres que cantan tanto Tibulo como Propercio. Se caracterizaban por ser dominantes y nada más. Ovidio, en cambio, nos brinda detalles pormenorizados de cómo opera la mujer para conquistar al varón y viceversa,
qué técnicas tiene la seducción, por lo que la obra de Ovidio termina siendo un manual sobre cómo y con qué elementos seducir”, sentencia el investigador.
Ovidio: peligro y amenaza de las buenas costumbres
“Ovidio es un maestro, que canta a un público que, de pronto, descubre el amor como técnica, como ars amandi, arte de amar, es decir las técnicas eficaces para la seducción. La mirada restauradora de las buenas costumbres del pasado que impuso Augusto encontró en Ovidio una amenaza, un peligro. Ovidio termina relegado, desterrado, exiliado a un mundo hostil, alejado de
Roma, como castigo por haber evidenciado estos vínculos eróticos que existían, pero que habían sido expuestos en su poesía y que podían promover este tipo de conductas”, cierra Álvarez Hernández.
Las Ianua Aperta y la recreación espontánea del mundo antiguo
Respecto de las jornadas organizadas por la Cátedra de Filología Latina de la FFyL, el catedrático indica que “soy un observador entusiasta de la creación y continuidad de esta iniciativa. Se ha encontrado una fórmula interesante y original de recrear el mundo antiguo. Se revive, a través de vestimentas, escenografías e imágenes, aquel mundo. Es un intento audaz que las y los
colegas de Mendoza llevan adelante con esfuerzo, logrando una adhesión sorprendente. Los jóvenes colaboran, crean, actúan y se acercan al Mundo Antiguo de una manera fresca, espontánea, sensible. Y eso, para los clasicistas es muy difícil de lograr. Generalmente nos enfrentamos a un auditorio de estudiantes que tienen la obligación de estudiar latín o griego, con
preconceptos negativos o contrarios al estudio de estas lenguas. En Mendoza, existe el privilegio de acercarse a ese mundo por la vía de la sensibilidad, lo recrean a través de un camino pedagógico interesante y eficaz. La adhesión a esta iniciativa ha crecido considerablemente, aún después de la pandemia, lo cual habla del hallazgo de una fórmula eficiente para conocer el mundo
grecolatino”.
En ese sentido, Álvarez Hernández sostiene que “los estudios del Mundo Antiguo sufren una crisis general y que iniciativas como esta no abundan en el mundo. En ciertos países de Oriente hay un interés por la cultura grecolatina a través de traducciones de las obras clásicas. En América, sin embargo, no hay una recepción intensa de la Antigüedad. Por eso, rescato esta labor en Mendoza, Argentina, que da un testimonio muy valioso de la pervivencia de la recepción del Mundo Antiguo”.