Cartas y nostalgias
Mariela Calderón, cuya tesis se centra en el análisis de las vanguardias, expuso durante la tertulia un epistolario de Borges dirigido a su amigo Roberto Godel, con quien se conocieron hacia 1909, ya que ambos habían comenzado el secundario en el Colegio Nacional Manuel Belgrano. Se trata de cartas juveniles del escritor que salieron a la luz al cumplirse 10 años de su muerte, en 1996.
En 1914, la familia de Borges partió a Suiza hasta 1921, tiempo durante el cual Borges y Godel mantendrían esta asidua correspondencia. En esas cartas, explicó Calderón, “el escritor utilizaba términos criollos, expresiones coloquiales propias de Buenos Aires y usos lingüísticos del lunfardo tan característico del Río de La Plata”.
Asimismo, indicó que, durante este viaje previo a la publicación de su poemario, “Fervor de Buenos Aires”, el joven Borges inició su camino exploratorio de las vanguardias.
La primera edición de “Fervor de Buenos Aires”
Gustavo Zonana destacó algunas ideas que surgen de un pasaje de la autobiografía de Borges para hacer referencia a aquella primera edición de su poemario “Fervor de Buenos Aires”: “En primer lugar, se trató de una edición de autor, no fue publicado por ninguna casa editorial prestigiosa. El autor concurrió a una imprenta en la que se editó la obra. Este hecho explica por qué se editaron solo 300 ejemplares. El/la que posea uno de ellos, perteneciente a esta primera edición de “Fervor…”, es enormemente afortunado/a, ya que se ha valorizado ese texto por quién llegó a ser su autor. Por otra parte la imprenta Serantes, a cargo de esta publicación, ya había realizado la edición de revistas culturales, de entretenimiento y pornográficas, como ‘Mimí’. El vínculo con esta imprenta surge de su relación con Bartolomé Galíndez, editor de una revista futurista e introductor del término “ultraísmo” en Argentina. Fue una edición de baja calidad, un librito de 19x14 cm. que exhibía un grabado de Norah Borges: una esquina de la ciudad de Buenos Aires, con techo bajo, con rejas y baldosas ajedrezadas. El grabado carece de firma. El libro no tiene índice ni paginación, ni impresión del título en el lomo, con errores de diagramación, tipográficos y ortográficos. Otro detalle es que el autor asumía distintos roles, como la de ser también el distribuidor de los ejemplares, además de crítico de su obra”.
Zonana destacó también que “Borges, a esta altura, en 1923, ya tenía varias poesías publicadas en revistas periódicas ultraístas, sobre todo. Sin embargo, para este poemario, no recuperó prácticamente nada de lo que tenía publicado. Esto significa, como dice Carlos García, que esta es una obra nueva. Es decir que ha habido una cierta escritura secreta del volumen. Quizás lo que pretendía con esto era potenciar el impacto en el público. Entre lo publicado y el poemario hubo grandes diferencias: si bien se identificaba el sesgo de la vanguardia, en su práctica, Borges se alejaba de muchos de los postulados que sostenía en los manifiestos".
Y el catedrático agregó que “un último aspecto a tener en cuenta es el de la difusión: Borges conocía personalmente a los directores de ‘Nosotros’, una de las revistas literarias argentinas más importantes, programática de la vertiente del posmodernismo hispanoamericano y una de las que tuvo mayor dilatación en el tiempo. En ella, publicaban los escritores que ya ocupaban un lugar central en el campo cultural argentino. Borges ya había publicado un artículo titulado ‘Ultraísmo’, en el que sintetizaba los principios de la corriente. Roberto Giusti, apenas el libro vio la luz, lo presentó en el concurso literario municipal de la Ciudad de Buenos Aires, con la autorización de Borges. Giusti formaba parte del jurado. Borges era consciente de los resortes y mecanismos del campo cultural para posicionar su primer libro".
Por otro lado, Zonana comentó que “se han recuperado muchos ejemplares dedicados de ‘Fervor…’ lo que nos permite reconocer que el autor los dejó en manos calificadas, de personalidades que podían reseñarlo críticamente, como Guillermo de Torre, Gerardo Diego, Juan Ramón Jiménez, Macedonio Fernández, entre otros. Se trató de una estrategia de distribución de un escritor que no esperó que las cosas le pasaran, sino que era plenamente consciente de a quién hacerle llegar el libro".
“El prólogo del libro se titula ‘A quien leyere’. Este no es un dato menor. En un primer libro siempre yacen aquellos elementos germinales de su obra. Titular un prólogo así, ya nos ubica en una dimensión de la poética borgiana, que es la revalorización del rol activo del lector. Este es una figura importantísima. En algunos de los prólogos afirmó que los lectores 'son cisnes más negros y más misteriosos que los propios escritores'. Esta visión de Borges es la de una literatura que es el resultado de una permanente reescritura irreverente, del hipotexto. El prólogo por lo general se escribe al final, no es cualquier momento del libro. Es una síntesis del autor. En este caso es autógrafo, aunque a veces pueda ser escrito por otra persona (alógrafo). En él se anticipa, al lector, las intenciones claras. En este prólogo Borges se distanció de los postulados ultraístas que había sostenido para decir ‘soy yo’”, expresó Zonana.
Al referirse al ‘Manifiesto del ultra’ de Borges, el docente señaló la distinción que hizo el autor entre la estética pasiva de los espejos y la estética activa de los prismas. Y subrayó que "uno de los elementos que más rechazaba en este momento de fervor ultraísta es la escritura como expresión de un yo, confesional, de un sujeto que habla en primera persona. Admiraba la expresión de la emoción desnuda, depurada de los adicionales datos que la preceden. En ‘Fervor…’, la circunstanciación que él quería evitar (los agentes causantes de la emoción), está presente. No hay libro más consustanciado con la realidad y con las circunstancias previas a la producción de la emoción que este libro que tiene, en su título, a la Ciudad de Buenos Aires. No hay una alusión a una ciudad cosmopolita, propia de la vanguardia, sino al barrio cantado por Evaristo Carriego: Palermo, y sus aventuras infantiles”.
Hizo hincapié también a lecturas críticas que postulan que, en este libro, Borges reniega del credo constructivista y del espíritu tecnológico de la poesía contemporánea. Y aspira a identificar lo sublime y sobrenatural del espacio urbano para fundar míticamente la ciudad.
“Otro elemento a tener en cuenta es que el poeta se desdice de la consideración de la metáfora contraviniendo los principios ultraístas que intentaban lograr una representación inédita de lo real, lo insólito, para sacudir la comodidad del lector, mostrando una unión insospechada de elementos alejados entre sí. Esa funcionalidad de la metáfora vanguardista es contradicha, buscando más lo eficaz que lo insólito”, expresó Zonana.
“Aunque está escrita en verso libre, ‘Fervor…’ presenta en algunos versos una regularidad. Muchas veces los postulados a los que adhieren autores como Borges, devienen en clichés que pierden su eficacia estética, por lo que, para no quedar como parte del rebaño y encontrar una voz propia, los escritores se van apartando de esos principios programáticos”
“La obra se llama así porque es un homenaje que testimonia la sensación de un reencuentro, por parte de alguien que ha estado alejado de su patria muchos años, con recuerdos raigales que se refunden con su espacio, su ciudad".
"Esto es expresado en el poema ‘Vanilocuencia’, en el que el autor expresa la seguridad de que la ciudad está condenada a transformarse, pero quiere dejar un testimonio literario de lo que la ella fue para él. El barrio no es la zona impersonal del centro o del puerto, es la zona absolutamente personal de su barrio natal, Palermo, vinculado con vivencias familiares. A pesar de que el autor intente correrse de la estética vanguardista, no lo hace del todo. Por eso, cuando Borges lo reedita, logra un texto más adaptado a su arte poética, con una visión de un hombre alejado de la vanguardia, que cree en un arte universal, que piensa que ya no se pueden inventar nuevas metáforas, que las más eficaces son las que la tradición acuñó para la literatura universal”, cerró Gustavo Zonana.
Videopoemas: los espacios personales
A posteriori, Sofía Criach, explicó las consignas brindadas a los y las estudiantes del Taller de Escritura Creativa y Prácticas Multimediales de la carrera de Letras, para la elaboración de sus videopoemas: en primer lugar, la lectura de “Fervor de Buenos Aires”, luego la composición un poema propio sobre Mendoza y sus espacios, con el tema, tono, intención y vocabulario seleccionados a partir de la lectura personal.
La idea fue integrar imagen y texto en un videopoema, eligiendo un lugar de Mendoza sobre el que fueran a escribir. Podía estar asociado a un recuerdo, a un sentimiento o experiencia, usando imágenes propias, fotografías actuales o antiguas en el video, con la lectura en voz alta del texto en off con subtítulos. La música y filtros eran opcionales.
A continuación, se procedió a la presentación del material producido por cada uno/a de los/as alumnos/as, quienes disfrutaron de una tarde de mates y literatura.
Finalmente, Fabiana Varela invitó a los y las estudiantes a acercarse a la obra de aquel joven Borges de 22 años, tan cercano a sus edades y vivencias, quien, en su primer libro, intentó reconstruir poéticamente aquella ciudad de Buenos Aires que vivía en su memoria.