Raúl Alejandro Mikkan, es actualmente profesor, licenciado y doctor en Geografía. Además ocupa el cargo de Secretario de Ciencia y Técnica en la FFyL.
Quien otrora fue reconocido con Mención de Honor por la Legislatura mendocina por su trabajo de investigación, concretado en el libro “Atlas Geomorfológico de la provincia de Mendoza,; en esta ocasión, es la UNCUYO quien decide galardonarlo por sus 30 años de servicio, en el marco de la conmemoración por su aniversario.
Mikkan es autor de más de 50 publicaciones en libros, capítulos de libros de su autoría y revistas, tanto nacionales como internacionales. “Tengo dos cátedras, proyectos de investigación, he participado en proyectos de consultorías para municipios, cursos de capacitación, dirección de tesis doctorales, en Geografía creo que soy el que más tengo” adelanta el especialista.
¿Cómo fue su recorrido a lo largo de estos 30 años?
Empecé a mitad de los 80 como ayudante de investigación de segunda que ya, en ese entonces, daba antigüedad docente. Y luego hice la carrera docente: JTP, Adjunto, Titular, siempre por concurso.
El ex decano Miguel Verstraete me invitó a participar de la gestión en el año 92, como tercer delegado de ciencia y técnica. Había dos delegadas más. La titular se enfermó, la segunda renunció, y a los 15 días tuve que asumir. No entendía nada (risas).
Luego estuve 12 años en el Consejo Superior, integré el Consejo Directivo de FFyL, y estuve también en la coordinación de Relaciones Internacionales de Rectorado de la UNCUYO.
Hice la carrera docente paralela a la de Gestión. Uno no se da cuenta que han pasado tantos años, porque ha estado entretenido. Para saber que a uno le gusta hay que hacerlo. Es decir, se va encontrando la respuesta, mientras conocés gente, ámbitos, roles. A mí la Ciencia y Técnica siempre me gustó, y me gustó también la parte de la gestión; buscar subsidios para la investigación, categorizar mejor, ayudar a los colegas, buscar becas para los alumnos.
A medida que se va descubriendo, se va a haciendo. Hay que lidiar con colegas con autoridades, con un sistema.
Nunca me voy a olvidar que como Secretario de Ciencia y Técnica un día me senté en el Rectorado y no sabía de qué estaban hablando. Aparte era una época en que había secretarios muy bravos, de muchísima experiencia, al principio me revolcaban.
Uno no sabe que lo tiene, hasta que le dan la posibilidad. Como son las instituciones por dentro, lo que te puedo decir es que en las gestiones hay que inmunizarse, si te lleva toda la bronca, te amargás sin sentido.
¿Qué le significa desempeñarse en la FFyL?
Estoy totalmente al servicio de la facultad. En todo sentido, académicamente y de gestión, porque en cierta medida, lo elegí. Me siento parte de ese engranaje que intenta que la facultad crezca. Tengo puesta la camiseta.
En cierta medida, universidad me ha dado mucho, ha habido un crecimiento académico y político. Y comparando las gestiones que he compartido en esta facultad llego a la conclusión de que ha crecido una barbaridad, pero controladamente.
¿Alguna anécdota o recuerdo que nos quiera compartir?
¡Son tantas! Yo tenía profesores que me llamaban mucho la atención, era alumno y me gustaba ir a la montaña como generalmente les pasa a los estudiantes de Geografía. Había un profesor de apellido Cicchiti que daba sánscrito en la carrera de Filosofía, y hacia además, andinismo. Hablábamos mucho e inclusive me invitaba a su casa y me mostraba recuerdos que había traía del Himalaya. Éramos referentes de un área que el Volcán Domuyo, que él había ido mucho tiempo antes y era benefactor, llevaba herraduras para los caballos y se las entregaba a los puesteros. Eso me lo transfirió a mí, 20 años después yo hacía eso, en una zona del noreste de Neuquén.
Un día nos encontramos en la playa de estacionamiento de la facultad. Él tenía prácticas de yoga, de meditación. Veníamos caminando, y en un momento determinado no me sigue la conversación, entonces lo miro y estaba parado de cabeza ¿Podés creer que se puso a hacer yoga en la puerta de la facultad? Terminó su ejercicio y seguimos charlando. Yo me quedé esperando (risas). Todos pasaban y nos miraran como especímenes raros.
Otro día, al mismo docente, lo encontré subido a un árbol con una virgen hablándoles a los vecinos del barrio Bancario. Él creía que le estaban dando instrucciones. Era un profesor muy especial y un andinista muy reconocido también, que ayudó a mucha gente. Lo recuerdo con cariño.