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Laboratorio de Aguas: cómo poner en valor el archivo para cambiar paradigmas

Aguascuyanas.org nació para ofrecer una mirada histórica y rigurosa sobre la gestión del agua en Mendoza. En un trabajo interdisciplinario y colaborativo entre el Conicet, la Universidad de Connecticut y del Departamento General de Irrigación, está en marcha la tarea de digitalizar el archivo centenario sobre el recurso hídrico. Hablamos con los científicos que dirigen el proyecto.

12 de agosto de 2025 Por: Ezequiel Derhun para Unidiversidad
imagen Laboratorio de Aguas: cómo poner en valor el archivo para cambiar paradigmas

Indagar, rastrear, compartir: todo equipo de investigación tiene motivos para brindar cuando logra el acceso a un tesoro deseado. Este es el caso del equipo del Laboratorio de Aguas, que hace poco más de una década inició ese camino de acceder al “archivo pasivo” del Departamento General de Irrigación de Mendoza. Desde aquel momento, ese tesoro empezó a ser revisado minuciosamente y digitalizado. Hoy, el trabajo continúa, pero ya están los primeros contenidos a disposición de quien quiera seguir investigando y del público en general. Esta tarea es encabezada por especialistas que nunca pierden de vista el aporte que este tipo de estudios puede generar a la sociedad. Puntualmente, cómo una mirada desde las Ciencias Sociales puede cambiar paradigmas sobre la gestión del recurso hídrico.

El Laboratorio de Aguas tiene dos directores. Por un lado, Facundo Martín, investigador del Conicet en el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (Incihusa-Conicet) y docente en la UNCUYO. Por el otro, Mark Healey, profesor asociado y director del Departamento de Historia de la Universidad de Connecticut. El vínculo se remonta a varios años, pero tuvo un momento clave en 2013, cuando surgió el primer contacto con el llamado "archivo pasivo" de Irrigación. Luego, tras una serie de avales entre distintas instituciones, en 2018 comenzaron a identificar y catalogar archivísticamente el material. Después vino el gran paso del cambio de categoría, de “pasivo” a “archivo histórico”, y la puesta en marcha del proyecto de digitalización. Recientemente, fue el lanzamiento de aguascuyanas.org, la web donde depositan el material registrado y articulan historia, tecnología y ciencia.

Para llevar adelante esta tarea, entran en sintonía el Conicet (con el Incihusa y otros institutos), la Universidad de Connecticut, Irrigación, y el ahora institucionalizado Archivo Histórico del Agua (AHA).

“Hemos avanzado bastante en explorar y organizar el Archivo Histórico del Agua”, comentó Healey. “Hemos digitalizado medio centenar de revistas y publicaciones que ya están disponibles en el sitio, pero queda mucho camino por recorrer. También tenemos una buena cantidad de material escaneado, que iremos subiendo al sitio en estos meses, y tenemos identificado otro material que vamos a digitalizar sistemáticamente el año que viene. El acervo documental es enorme, hablamos de decenas de miles de expedientes. Ha sido una linda aventura hasta ahora y lo seguirá siendo”, agregó.

En el laboratorio utilizan la palabra “aguas” en plural, y tienen una razón, según explican en su página: “Buscamos reensamblarla en un cuadro histórico, social y ambiental de manera tal que afloren múltiples aguas. Las aguas no son solo un elemento natural’ que puede ser manipulado y monetizado. Antes bien, encarnan relaciones múltiples y vehiculizan historias que buscamos desentrañar”. Esta visión, con acento en las ciencias humanas, es la que acompaña en todo momento el trabajo del equipo de investigación.

Facundo Martín habló en esa sintonía cuando le preguntamos sobre el trabajo del Laboratorio. “Me gustaría remarcar que siempre es importante tener en cuenta que la archivística contemporánea ha cambiado respecto de paradigmas anteriores. Ahora se habla de la triple función de los archivos. Es histórico para entender el pasado, pero se agregan dos nuevas funciones: una es la memoria institucional y social, que permite conservar archivos, mantener, cuidar, curar archivos. Sirve también para la memoria institucional; en este caso, podría ser del Departamento General de Irrigación, pero también de las otras instituciones. Debería haber, a partir de esta concepción contemporánea de los archivos, una reapropiación social de esa memoria. En tercer lugar, una función fundamental en estos tiempos, que es la garantía de hacerse efectivos los derechos ciudadanos, fundamentalmente el derecho al acceso a la información pública”.

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Memoria hídrica en acción

La propuesta interdisciplinaria que propone el equipo de investigación tiene, como decíamos, una novedosa mirada desde las humanidades digitales ambientales. Para Mark Healey, esta propuesta, que no abandona la visión crítica y acentúa la posibilidad de trabajar con información abierta, va más allá de las frases de moda en gacetillas institucionales.

Sobre el trabajo interdisciplinario, el historiador de Connecticut detalló: “Es, sin duda, algo que promocionan las universidades como cuestión de marketing, pero ese marketing pega fuerte porque son prácticas esenciales. En términos de la construcción colectiva de nuevos saberes, del desarrollo de campos establecidos y formas nuevas de investigación, la colaboración es esencial. Nuestro proyecto ha sido muy lindo en ese aspecto: si bien la etiqueta general es 'historia ambiental y humanidades digitales', los miembros del equipo tenemos formaciones disciplinarias muy distintas y eso enriquece los debates, mejora los resultados y expande nuestra capacidad de acción”.

Esta mirada, celebrada desde diferentes ámbitos, tiene un asterisco particular, ya que el trabajo del equipo de investigación y la puesta en marcha del Laboratorio de Aguas nace en un contexto complejo para la ciencia en Argentina. “Sin ciencia, no hay futuro”, dicen las pancartas que trabajadores del Conicet enarbolan en cada marcha para reclamar en contra del desfinanciamiento del sistema científico nacional.

Mark Healey y equipo revisando material de archivo en Irrigación: Foto: Prensa DGI

“Decidimos lanzar públicamente el Laboratorio de Aguas Cuyanas en este momento porque creemos que, además de cuestionar, resistir, gestionar, buscamos alternativas al ajuste y a la destrucción del sistema científico. Aunque es muy difícil, es al mismo tiempo importante mostrar la relevancia de la ciencia para la sociedad, la relevancia de las ciencias en general y, particularmente, de las ciencias sociales y humanas, que son las que están siendo más atacadas”, dijo Martín, que también es profesor del Departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras en la UNCUYO.

Healey, por su parte, también vive un ajuste en tierras norteamericanas. “Asistimos a momentos muy insólitos, ya que, en Estados Unidos, Trump (presidente de ese país) ha lanzado un recorte y un ataque a las instituciones de la ciencia y a las universidades de una escala radicalmente mayor que en la Argentina. Si la Argentina decide emprender este camino de suicidio científico, no estará sola, aunque eso mismo sugiere la importancia de este momento para defender a la ciencia, la investigación y la posibilidad del progreso, del Sur al Norte”, sostuvo el historiador.

Varias hipótesis y un cambio de paradigma

La gestión del agua en Mendoza tiene raíces centenarias, ancestrales en algunos casos. El primer marco legal, institucional, se remite a 1884. Así, el trabajo de archivo se remonta al siglo XIX.

“El debate sobre eficiencia viene de lejos, la idea es identificar algunas importantes resistencias que ha enfrentado y mostrar ejemplos del pasado que puedan servir para la transición actual”, dijo Healey, que ha trabajado en distintas etapas en las últimas décadas en la provincia.

Facundo Martín complementó y brindó una aproximación a esa línea de trabajo: “Tenemos algunas hipótesis, pero son preliminares. De todas maneras, el horizonte de trabajo del laboratorio ya muestra resultados concretos. Me animaría a decir, como hipótesis provisoria, que lo que vamos a encontrar es que el paradigma que podríamos llamar eficientista en el uso del agua, o productivista que estructuró los sistemas de riego, no solo mendocino, que fue muy exitoso en su marco temporal, también alrededor del mundo, ya no puede seguir manteniendo esa lógica eficientista. Ese paradigma ya requiere de nuevas bases y de nuevos fundamentos”.

Para ampliar, el científico del Conicet explicó: “Básicamente, un sistema de riego que estaba basado en el uso eficiente del agua para tener una alta productividad, y que estaba basado en grandes obras y en grandes inversiones, en este contexto histórico contemporáneo no es posible. Tenemos que cambiar nuestra visión productivista hacia una visión que podría llamarse ecosistémica, en la que el agua no solo debe servir para producir, sino que, como nosotros hablamos, es aguas en plural. No es lo mismo el agua para consumo humano que el agua para riego, o que el agua para mantener un ecosistema. Ahí está la función ecosistémica también, en el valor social y cultural del agua, que Mendoza también me parece que lo ha descuidado. Entonces diría eso, que hay que cambiar de un paradigma eficientista a un paradigma ecosistémico, que incorpore el valor social y cultural de todas las aguas con las que nos vinculamos”.

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