Historiadora, formada en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNCUYO, María del Rosario “Charo” Prieto, marcó el ámbito de la investigación con sus importantes aportes a la historia del clima, la etnohistoria mendocina, entre otros temas. Su labor académica influyó en generaciones de estudiantes e investigadores de Mendoza y de diversas partes del mundo.
Guardaba entrañables recuerdos de su infancia en el departamento de Maipú, lugar donde creció rodeada de grandes amigas y afectos. Desde muy joven destacó por su intelecto inquieto, vanguardismo y gran decisión, lo que la llevó a ingresar a estudiar Ciencias Políticas a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, carrera que no pudo continuar. Unos años después, casada y con un hijo, y sin ceder en su convencimiento en desarrollar su vida académica, ingresó a estudiar Historia en la FFyL. Sus palabras sobre aquellos años eran un cúmulo de recuerdos signados por las grandes amistades que forjó en las aulas y por las horas dedicadas a cursar y rendir acompañada por su pequeño hijo Roberto. Recibida en 1975 fue convocada por Pablo Sacchero a trabajar en el emblemático “Proyecto Pampas Altas”, y en “Arqueología del Valle de Uco y Zonas adyacentes”, por lo que fue una de las primeras mujeres de la provincia dedicada a la arqueología. Durante el mismo período comenzó a desarrollar investigaciones en el proyecto "Antropología de la Zona Árida" dirigido por Luis Triviño y junto a su querida amiga Elena Abraham, con quién desarrollaría una prolífica producción sobre la historia y la geografía regional.
En el año 1979 dejó el país debido a la situación política y llegó a España, donde realizó su doctorado en la Universidad de Sevilla, a partir de los intereses e investigaciones que había desarrollado en Mendoza. En su tesis Formación y consolidación de una sociedad en un área marginal del Reino de Chile: la provincia de Cuyo en el siglo XVII (1983) integró de forma novedosa el enfoque etnohistórico con un marco teórico de la Ecología Cultural, incluyendo información documental, arqueológica y geográfica. Este trabajo se transformaría en un texto fundamental para las investigaciones sobre la etnohistoria y la historia colonial de Mendoza y sería el punto de partida para una línea de investigación en la cual el diálogo interdisciplinar sería el pilar de sus futuros trabajos.
Ya de vuelta en Argentina, en el año 1983 ingresó como docente a la Facultad de Filosofía y Letras y comenzó a desarrollar una importante actividad académica. Ingresó a la cátedra de Antropología, convocada por Pablo Sacchero, y luego a la de Historia de las Altas Culturas Precolombinas, con Ketty Bohn de Saurina. En este último espacio llegó a ser profesora titular, y marcó su visión renovada al darle un nuevo nombre: Ambiente y Cultura en América Prehispánica. Por extensión, también fue profesora titular del Seminario Sociedades Aldeanas y Urbanas del Nuevo Mundo. Su labor académica, en la cual integró la docencia y la investigación, marcó la vocación de generaciones de historiadores y arqueólogos de la UNCUYO. La integración de autores como Murra, Tandeter, Florescano y Sempat Assadourian, entre otros (muchos de los cuales eran sus amigos), abrieron a los estudiantes nuevas perspectivas de reflexión y análisis sobre el pasado prehispánico americano.
Su labor en FFyL también estuvo comprometida con la gestión, ya que dirigió el Instituto de Arqueología y Etnología y el Museo de la Facultad de Filosofía y Letras “Prof. Salvador Canals Frau”. En sus años de investigadora consolidada y dedicada a la Historia Ambiental, siguió estrechamente ligada a problemáticas arqueológicas, especialmente a través de proyectos y trabajos en la llanura mendocina con su discípulo Horacio Chiavazza. En este marco, destaca también su participación a favor del reconocimiento de las comunidades Huarpe en Lavalle, en su rol de Perito, que derivó en la sanción de la Ley 6920, en 2001, que otorgó miles de hectáreas al pueblo Huarpe.
En tiempos en los que aprendemos de internacionalización de la ciencia, de inter y transdisciplina, sin duda Charo fue una visionaria en estas formas de hacer ciencia. Desde los iniciales trabajos que se transformaron en clásicos, como las investigaciones ya mencionadas, luego fue innovando al combinar Historia con otras disciplinas, transformándose en una referente latinoamericana y mundial de la Historia ambiental en general y de la Climatología histórica en particular.
En la década de 1980, impulsó junto a Arturo Roig la creación del Área de Ciencias Humanas (hoy INCIHUSA) del entonces CRICYT, contribuyendo a la generación de un espacio de investigación y formación en estudios histórico-sociales.
Ya asentada en el IANIGLA (CONICET, CCT Mendoza), durante la década de 1990 se especializó en el trabajo interdisciplinario junto a dendrocronólogos, climatólogos e investigadores de otras disciplinas. Siempre dijo que amaba la Geografía, las mentes abiertas y reflexivas, los espíritus críticos e inquietos. Muchas veces polémica, citaba a los clásicos que seguía, pero también solía criticarlos y discutirlos. Progresivamente, fue incorporando a su Grupo de trabajo antropólogos, geógrafos, arqueólogos, gestores ambientales y relacionistas internacionales. En este Instituto se jubiló como Investigadora Principal de CONICET. Su partida deja en el IANIGLA su legado: un grupo de Historia Ambiental, consolidado y dinámico, y la experiencia de trabajar conjuntamente entre ciencias sociales, humanas y naturales.
Agradecemos su valioso legado intelectual, y extrañaremos su dirección y compañía.
Compartimos el link de acceso a la publicación del número 52-53, desde donde se puede consultar/descargar su tesis:
https://bdigital.uncu.edu.ar/app/navegador/?idobjeto=14873
Miembros de la cátedra Ambiente y Cultura en América Preshispánica (FFYL, UNCUYO) y Grupo de Historia Ambiental (IANIGLA, CONICET).