Alcira Beatriz Bonilla es Doctora en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y el Ministerio de Educación y Ciencia del Reino de España. También es Lic. en Filosofía por la Universidad del Salvador. Integra la “Red para la Articulación y Fortalecimiento de los Investigadores en Derechos Humanos en Argentina (RAFIDHA)” y es Investigadora Principal del CONICET. Fue invitada especialmente a las Jornadas en Conmemoración “A 70 años del Primer Congreso Nacional de Filosofía de 1949. Filosofía y Comunidad”. Esta es la segunda parte de la entrevista a la que accedió en el marco de ese evento.
La Dra. Alcira Bonilla había explicado, al final de la primera parte de la charla, que una de los legados dignos de destacar de aquel Primer Congreso Nacional de Filosofía de 1949 fue la incipiente aparición de las mujeres en el ámbito filosófico.
Evita, Simone de Beauvoir y el feminismo
Con referencia a la importancia del rol de la mujer en esos años, Bonilla resaltó lo interesante que resulta pensar que “en aquellos años hubo un reflorecimiento del movimiento feminista. Se destacaron dos figuras rutilantes: una fue nuestra, hablamos de Evita; y la otra, una filósofa francesa, Simone de Beauvoir. En el año 1949, se editó ‘El segundo sexo’, obra de ruptura de Simone. Por primera vez en la Filosofía, aparecía un libro sobre la mujer. La autora francesa no se autoproclamaba feminista. Sin embargo, con la traducción de su obra al inglés y al español (la primera versión fue realizada en Argentina por Aurora Bernárdez) se generó una movida para repensar el lugar de la mujer en la sociedad. Se comenzaba entonces a concebir que las mujeres podían pensar, hacer filosofía. Sin embargo- continuó explicando Bonilla- los textos de Beauvoir, que potenciaron estos movimientos, no tuvieron la misma importancia en el circuito de la filosofía internacional. De hecho, en el momento de la publicación del libro, se hicieron reseñas espantosas en diarios, revistas, sin entender el grado de madurez filosófica que había en esa obra. En los ’70, Simone publicó otro libro maravilloso, ‘La vejez’, en el que se ocupó de temas que la Filosofía había ignorado, o que había tocado de un modo tangencial. Las de Beauvoir fueron dos obras señeras del SXX. Pero como se trató de una mujer, no
se le dio, ni siquiera en su propio círculo, la importancia que merecía. Ella es reconocida más como escritora que como filósofa. Recién con los más modernos estudios sobre las mujeres y de género, se comienza a revalorizar sus aportes”.
Finalmente, la entrevistada afirmó que “estas dos figuras fueron emblemáticas para las mujeres que estamos en filosofía y pertenecemos a la academia filosófica. Ellas nos mostraron nuestras posibilidades y responsabilidades. Si una mujer permanece en ciertos lugares patriarcales significa, en muchos casos, sumisión; en otros, comodidad. Las posibilidades que se nos abren a partir del ejemplo y palabras de Eva María Duarte, y de los textos de Simone de Beauvoir, indican caminos importantes para las mujeres, pero también señalan responsabilidades. Es necesario que las mujeres sacudamos la modorra cerebral, y pongamos a trabajar activamente el pensamiento”.
El “pensar situado” y la interculturalidad
Alcira Bonilla subrayó que “en todas las disciplinas filosóficas hay un movimiento que tiene que ver con un ‘pensar situado’, que trabaja en nuestro contexto, que se vincula con el mundo, porque nunca dejamos de estar en él. Porque como decía el Gral. Perón: ‘No hay política nacional, de cabotaje, la política es internacional’; y yo, hoy, diría global”. Y agregó que “hoy ya no se trata de adherir a una corriente filosófica u otra, se las estudia, por supuesto, pero hoy se observa que no hay un servilismo vinculado con ellas. Se toman algunas líneas de trabajo de pensamiento europeo o norteamericano, del pensamiento actual e histórico de la China e India, incluso de algunos pueblos africanos y demás, pero con bastante libertad, con un gran signo de madurez”.
Al referirse a los efectos de dicha independencia, Alcira Bonilla destacó el valor de recuperar el contacto con nuestros pueblos originarios y su cultura: “se va dando una mayor cabida a sus expresiones. Sería deseable que en nuestros Congresos apareciera, con mayor frecuencia, este pensamiento, y pudiéramos dialogar mejor. Para ello, hay un trabajo previo por hacer, en estado muy incipiente, que es la labor de aprender las lenguas. Cuando hablamos de interculturalidad, ella se plantea como una forma de traducción mutua, lo cual quiere decir que es necesario intercambiar idiomas, culturas, pensamientos. De otra forma, no podemos vivir en paz”, cerró la investigadora.
Ola de conmemoraciones y homenajes
La Dra. Bonilla comentó que hubo actividades, en otras instituciones, de homenaje al Primer Congreso que precedieron esta conmemoración en Mendoza. Tal fue el caso de la UBA: “Con mi equipo de investigación “Interculturalia” y ASOFIL (Asociación de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales), organizamos una Jornada Conmemorativa el pasado 22 de mayo, donde se recordó a los profesores y profesoras jóvenes de nuestra Facultad que habían participado del Congreso, y la invitamos a la Dra. Clara Jalif, de la UNCuyo, para que nos hablara acerca de aquella movida en Cuyo”. Además destacó que también en otras universidades del país tuvieron lugar sendas celebraciones. Y añadió que “como el corolario del Congreso del ’49 fue el discurso sobre la Comunidad Organizada del entonces Presidente Perón, también se adhirieron a estos homenajes algunos sindicatos y agrupaciones políticas”. E indicó que “durante todo este año estuvimos pendientes de estas actividades, investigando cosas que hasta ahora ignorábamos. Salieron a la luz muchas publicaciones, y se van a dar a difundir las Actas. Hubo un movimiento muy interesante que ha trascendido incluso los límites del país. Estimo que hemos realizado, todas y todos, un justo homenaje a lo que fue este gran Congreso de 1949”.
La primera parte de la entrevista, aquí.