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El 96% de quienes cultivan en una zona productiva de Mendoza utiliza agroquímicos peligrosos

Esa fue una de las conclusiones de la investigación "Impactos del uso de agroquímicos en la salud", que realizó un grupo del Departamento de Geografía de la UNCUYO. Resultados del análisis estadístico y de las encuestas en terreno.

30 de diciembre de 2022, 18:25. Por: Verónica Gordillo para Unidiversidad.

imagen El 96% de quienes cultivan en una zona productiva de Mendoza utiliza agroquímicos peligrosos

El 96,6% de quienes cultivan en una franja de la zona productiva del Gran Mendoza utiliza en forma frecuente agroquímicos peligrosos, mientras 64% declaró haberse intoxicado mientras fumigaba. Esa es una de las conclusiones de la investigación “Impactos del Uso de Agroquímicos en la Salud, que dirigió la geógrafa Carolina Beceyro, docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO. 

La profesora de las cátedras Metodología de la Investigación y Ambiente y Salud, ambas pertenecientes al Departamento de Geografía, explicó que el estudio se concretó como un proyecto de la Secretaría de Investigación, Internacionales y Posgrado de la universidad (SIP).

¿Qué relación existe entre la Geografía y los problemas de salud posiblemente derivados del uso de agroquímicos? La profesora explicó que una rama antigua de la especialidad era la Geografía Médica, que estudiaba las relaciones entre factores ambientales y la mortalidad y morbilidad, específicamente en enfermedades de tipo infecciosas. Comentó que con los años -en especial en la década del ’70- se sumó el estudio de nuevas variables sociales, económicas, culturales y políticas y el análisis de cómo influía cada una de ellas en la distribución espacial de un proceso de salud-enfermedad.

 

La pregunta inicial

Beceyro contó a Unidiversidad que el primer impulso para realizar la investigación surgió luego de analizar la información disponible sobre problemas de salud humana y ambiental, posiblemente derivados del uso de agroquímicos en Argentina. En el repaso inicial de la cartografía advirtió que esos inconvenientes se concentraban en la pampa húmeda y el norte, mientras que la franja que corresponde a Mendoza y Cuyo estaba vacía. Al observar esas diferencias espaciales se preguntó si esas áreas en blanco se debían a la inexistencia del problema, a la falta de datos o que estaba frente a lo que se conoce como un área de “silencio epidemiológico”, es decir que el problema existe, pero no se da a conocer.

Con base en esa pregunta, el equipo planteó la metodología de la investigación con dos fuentes centrales de información: las estadísticas oficiales de Mendoza sobre intoxicaciones por plaguicidas, y un trabajo en terreno para observar la realidad y hacer entrevistas y encuestas, a quienes producen hortalizas en el cinturón verde.

 

La existencia del problema

El equipo de trabajo, en el que participó Graciela Parra como co directora y un grupo de estudiantes avanzados- analizó primero los datos estadísticos disponibles, que en el caso de las intoxicaciones por plaguicidas son eventos de notificación obligatoria. Estudiaron información proveniente de dos fuentes: hospitales y centros de salud públicos, en el período 1993-2018, y los disponibles en el Centro de Información Toxicológica de Mendoza, desde 2012 hasta la actualidad.

Beceyro explicó que el análisis de esas estadísticas y su ubicación espacial permitió responder parte de la pregunta inicial: que efectivamente se utilizan agroquímicos y que se registran intoxicaciones por esa causa en distintas zonas de Mendoza. Es decir, que existen problemas de salud derivados de su utilización, aunque para comprobar inconvenientes a largo plazo advirtió que sería necesario realizar otro tipo de investigación.

 

Utilización de productos de banda roja

El segundo componente de la investigación fue el trabajo en terreno, es decir la observación, la realización de entrevistas y de 59 encuestas a quienes producen hortalizas en una franja del cinturón verde, específicamente en la zona de Kilómetro 8 y sus alrededores.

En el trabajo se destacó que la zona presenta cambios en los usos del suelo, por el avance de la urbanización sobre tierras productivas. Además, se detalló que la mayoría de consultados realiza una agricultura de manejo convencional, con bajo nivel de tecnificación.

 

Una vez concluido el trabajo de campo, que se concretó con cierta dificultad debido a las restricciones por la pandemia y al temor que expresaron los y las entrevistas de responder algunas de las preguntas, el equipo determinó las conclusiones. Estas fueron: 96,6 % de las personas aseguró que utiliza agroquímicos (insecticidas, herbicidas y funguicidas), al tiempo que expresaron que con los años necesitan mayor cantidad, porque “no hacen efecto”.

En cuanto a los agroquímicos que mencionaron fueron de distintos niveles de peligrosidad. En las conclusiones, el equipo enumeró tres considerados “de banda roja” por su alta toxicidad (abamectina, carbofurano y aldicarb), otros de “banda amarilla” (clorpirifos, imidacloprid, lambda cyhalotrina, pendimetalina, paraquat, clorfenapir, entre otros), además del glifosato.

Beceyero subrayó que, si bien la utilización de los agroquímicos de “banda roja” está permitida por las normativas nacionales, en las mismas se advierte la necesidad de extremar los cuidados no solo en su utilización, sino en la disposición final de los envases, condiciones que no se cumplen de acuerdo al relevamiento descriptivo que hicieron en la zona.

 

Sin protección adecuada

Los resultados de las encuestas determinaron que 83% de las personas dijo saber que los agroquímicos pueden ser peligroso para la salud, pero solo 33,9% utiliza elementos de protección y 16,9% expresó que se coloca mascarilla o guantes “a veces”.

En cuanto a su estado de salud, un 78% de las personas dijo no tener problemas crónicos, pero 64% respondió haberse intoxicado mientras fumigaba. En estos casos expresaron que tuvieron dolor de cabeza, irritación ocular, vómitos, irritación de garganta o de la piel, vértigos o mareos, calambres, dolores de estómago y problemas para respirar.

Otra de las conclusiones del trabajo fue que existe una brecha entre la morbilidad sentida (la intoxicación aguda) y la registrada, ya que las personas expresaron que no buscan atención médica, a menos que el cuadro se agrave. Esto -se detalló- porque en el ámbito rural quien realiza la tarea de fumigación asume estas situaciones como normales, es decir que las intoxicaciones son habituales y coincidieron en comentarios como “no pasa nada”, “nos cuidamos” o “no son venenos fuertes”.

La mayoría de las personas consultadas expresaron que no realizan prácticas ecológicas con los envases de agroquímicos. Foto: Gentileza investigadora. 

 

El tratamiento de los envases

Otro de los aspectos que se abordó en las encuestas fue el tratamiento de los envases de agroquímicos. En este sentido, 84% contestó que no tiene el hábito de realizar prácticas ecológicas relacionadas con el descarte de bidones. En la mayoría de los casos respondieron que los deja en un galpón de la propiedad, que los quema, que los recicla (sin aclarar el destino final) o que los tira en un basural o en la vía pública.

“Hay que entender que no es solamente el productor el afectado por la aplicación y la manipulación que hace de estos agroquímicos, sino toda la familia, los niños que ayudan en tareas domésticas y agrícolas, entonces el nivel de exposición es grande”, explicó la doctora en Geografía.

Beceyro subrayó que el objetivo central de la investigación fue descriptivo, obtener un panorama sobre qué productos utilizan y cómo los manipulan quienes producen hortalizas en una franja del cinturón verde, desde donde se distribuyen y comercializan alimentos que se consumen en toda la provincia.

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