La verdad histórica, la verdad en la Historia, parece tener algo que ver con la dudosa ocasión en que hechos y palabras llegan a un acuerdo. Dicho pacto suele cerrarse en el terreno de lo narrativo, prueba de lo cual es que las diversas filosofías de la Historia pensadas hayan abundado imaginativamente en diversos, también, tipos de acuerdo. Y parece que solo el que tiene en cuenta su situación en medio de lo verosímil, es decir, en el terreno intermedio entre lo verdadero y falso, se da cuenta de que no tiene más remedio que avenirse a acuerdos entre lo que hace de representación y lo representado mismo. Entre la fábula y su contenido real. Pero tampoco pueden los hechos retorcerse de cualquier forma. A este respecto, cuando menos, el deseo por parte del historiador de someter su labor al ojo crítico, que la Ciencia habría vuelto también hacia sí misma, ha gozado siempre de gran aceptación. Porque, ¿Puede la Historia, como una ciencia más, ser legitimada bajo el estándar científico? ¿Y cómo? Solo cierto cambio de mentalidad de calado desde el Siglo XVIII ilustrado lo hace no solo posible, sino deseable. Pues el estricto régimen del método científico al que se hará referencia, era recomendado para cualquier disciplina que se preciara de garantizar esa cosa llamada “conocimiento” y la Historia aún era sospechosa si venía a tratar tan solo de una cronología de los sucesos humanos contingentes. La particularidad humana no daba para ciencia estricta y, llevada a la generalidad, podía ser tratada desde una Antropología pragmática.
El objetivo del curso, entonces, se plantea con la pregunta ¿Puede hablarse realmente de conocimiento histórico? ¿Un conocimiento de la acción humana y sus razones, sustentado más bien en justificaciones verdaderas? Pues el objeto de la Historia no es otro que la acción humana. Su naturaleza consiste en que el tipo de acontecimiento que es una acción, alberga una intención, un motivo, un interés o una razón, y que mientras esto da pie y ocasión a la acusación de subjetivismo que cualquier ciencia que se precie tratará de evitar a toda costa, como objeto científico ofrece las razones necesarias que en la parte crítico-filosófica en que se basará el curso, precisamente salvarán dicho objeto para entender cómo trabaja el conocimiento institucionalizado que, al día de hoy, hace la profesión del historiador.
Ricardo Gutiérrez Aguilar es Licenciado en Filosofía por la Universidad de Murcia, España. Fue Premio Nacional de Filosofía en 2007. Es Doctor Europeo por la UNED, y Doktor der Philosophie por la Technische Universitat de Berlín. Es investigador postdoctoral y docente adscripto al Departamento de Lógica y Filosofía Teórica de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
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