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"Curiosidades del viento zonda"

La Prof. María del Rosario Ramallo escribió al respecto en el mes de los vientos.

23 de agosto de 2021, 18:41.

imagen "Curiosidades del viento zonda"

Dos días antes, a veces más, los noticieros meteorológicos empiezan a alertar a la población: “El miércoles llegará el zonda al llano”. Así, como para que nos pongamos de mal humor, por el anticipado dolor de cabeza, la tosecita seca, el calor extemporáneo, las clases que no se sabe si  se suspenden o no; para que pensemos en todo lo que va a volar por los aires, desde la hojarasca que no había terminado de desprenderse, todos los papeles de diversos tamaños que han quedado arrojados por allí; además, por supuesto, de la cantidad de polvo en suspensión y, luego, asentado sobre muebles y sobre cuanta superficie esté dispuesta a recibir el regalo de una tarde de esta visita eólica.

Entonces, empiezo a preguntarme qué rol tan protagónico, fuera de la comunidad mendocina, tiene el zonda. Primero, como lingüista, voy al diccionario y, ¡qué importante!: estamos allí, plasmados en una cálida definición: “Viento fuerte, cálido, de extrema sequedad, proveniente de la precordillera cuyana, que afecta desfavorablemente a los seres vivos produciendo cierta    inquietud y excitación”. Y nos dice también que el nombre le viene dado por su origen en el valle del Zonda, de nuestra vecina provincia de San Juan.

En representación del CONICET, leemos a Federico Norte: “Es un viento caliente y seco que sopla en el occidente de la Argentina, a sotavento de la Cordillera de Los Andes, entre los 38 grados de latitud sur y el sur de Bolivia. Pertenece al grupo de los vientos que descienden desde la cresta de la montaña al valle o el llano.

Es similar al fohen de los Alpes Europeos; al chinook de la Cordi­llera Rocallosa en Estados Unidos y Canadá; al berg-wind de Sudáfrica; al norwesterly de Nueva Zelanda.

Si indagamos acerca de la presencia del zonda en la literatura, tanto en la leyenda como en la poesía, encontramos lo siguiente:

La leyenda dice así, según el libro Cuentos y leyendas populares de la Argentina: el indio Huampi gobernaba varias tribus de las que habitaban estos valles. No había otro que se destacara como él por su indomable valor y su extraordinaria destreza en el manejo de las armas.

Manejaba el arco con tal habilidad que no perdía víctima a la que arrojara sus certeras flechas. Por eso en los montes, valles, praderas y bosques que recorría, tanto caían guanacos, vicuñas y huillas, como los cóndores, los suris y toda clase de aves. Huampi no perdonaba ni a las crías más chiquitas. Iba de este modo despoblando de animales la región.

Volvía un día, al caer la tarde, cargado de caza, cuando se le apareció Pachamama, entre resplandores:

-¡Huampi, mal hijo de la Tierra!, ¿Te has propuesto terminar con todos los animales? ¿Por qué los persigues sañudamente? Hasta los pájaros del bosque te tienen miedo y callan cuando apareces.

Huampi bajó la cabeza y Pachamama prosiguió:

-¿Piensas, indio soberbio, que he creado los animales para que tú los mates? Sigue matando y llegará el momento en que te faltará su carne para comer y su leche, y sus pieles para cubrirte. Si no dejas vicuñas ni guanacos, ¿dónde encontrarás lana suave y sedosa para tejer tus mantas? Si no dejas llamas, ¿qué animal llevará las cargas a lugares lejanos? ¡Mata las aves y no tendrás plumas para adornarte! Eres ambicioso y egoísta y desagradecido porque no sabes apreciar ni respetar los bienes que te da la Madre Tierra. Huampi,  no tienes corazón. Para con esta actitud o el castigo será severo.

Pachamama desapareció envuelta en su luz y Huampi creyó despertar de una pesadilla. Estaba paralizado de miedo. Intentó dominarse, pero los amargos reproches de Pachamama y la amenaza de castigo le atormentaban duramente. Pero al poco tiempo volvió a cazar, tal vez con más saña que antes.

Hasta que un día, apoyando en el grueso tronco de un árbol, entregado a sus reflexiones, oyó un silbido.

-¿Qué es eso? dijo, e inmediatamente sintió su rostro azotado por un aire caliente que quemó su oscura piel; las ramas de los árboles se agitaban, hojas, flores y frutos se arremolinaron a sus pies y el silbido era cada vez más lastimero y terrible.

Huampi no dudó, era la furia de la Pachamama sobre él y sus dominios, en forma de huracán espantoso. Era el castigo prometido. Desapareció envuelto en un remolino ardiente y polvoriento, empujado por tremendas rachas de viento seco. Fue condenado a vagar sin tiempo por todos los rincones de la cordillera de Los Andes convertido en lamento.

Desde entonces sopla el viento Zonda por los valles andinos con voz casi humana.

Y el poeta Antonio de la Torre nos dejó:

 

 “Sobre los cerros de plomo

está el horizonte lívido.

Con su caballo de vértigo

viene del cerro sombrío,

galopando jarillales,

saltando cumbres y abismos.

Cruza furioso, afanoso,

por la quebrada del río;

derrumba los sauces lentos,

desgarra los carolinos,

y asfixia la casa pobre

con su poncho enrojecido.

Con penachos de pichana,

chilca, totora y junquillo,

en remolinos de llamas

quema los campos tranquilos.

De Zonda hasta Huanacache

llena el valle de delirio:

aventa arenas rugientes

rasga viñedos y olivos;

arrastra a la brisa joven

y al cielo manso consigo.

Antes de huir por los llanos

con su caballo encendido,

tira puñados de tierra

al viejo sol mortecino.

¡Nadie prosiga la ruta;

se han borrado los caminos!

¡Solo, en la paz de la tarde,

se yergue el álamo altivo!”

Y, aunque los efectos de un viento quemante y cálido sean mayúsculos, escribimos su nombre con minúscula inicial, como el de todos los vientos. Esta norma ortográfica es, en general, desconocida en el ámbito administrativo y sugerimos que sea divulgada.

 

 

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