La actividad tuvo lugar este martes, 21 de marzo, en el Aula Magna de la Facultad, donde se conformó un panel integrado por Guido Actis, Avelino Domínguez, Ricardo D’Amico, Luis Ocaña y Pedro Julio Torres (expresos políticos y autores del texto). La Dra. Carolina Ferraris moderó el encuentro al que asistieron amigos/as, familiares, otros/as expresas/os políticos e integrantes de la comunidad académica en general.
Guido Actis y las 3 trincheras
“Tres trincheras servían de refugio para el dolor que vivíamos en las distintas prisiones por las que pasábamos durante los años de dictadura”, comenzó diciendo Guido Actis: “en primer lugar el humor, con el que nos tomábamos el pelo nosotros mismos. Si éramos sometidos a alguna golpiza, una vez que los torturadores se iban, hablábamos, con una especie de humor negro con el que tratábamos de rescatarnos: - ¿Te pegaron mucho, che? ¿Por dónde te agarraron? ¡Te pegaron poco!”
“La otra trinchera era la solidaridad entre pares, nos ayudábamos como podíamos. Había compañeros en prisión que no sabían leer ni escribir. Sin disponer de papeles, biromes o cuadernos, sino sólo de una pared de las celdas, y carbonilla de los calefones en desuso, porque no podíamos bañarnos con agua caliente, les enseñábamos la lectoescritura. Cualquier recurso que pudiera ingresar a la cárcel, objetos o dinero, se compartía, se dividía entre todos. Teníamos un ‘economato’, con un ministro de economía que distribuía lo disponible en partes iguales. En la cárcel de La Plata se permitía, por suerte, comprar en la cantina. Se depositaba, entonces el dinero a través de los familiares que podían visitarnos. Había detenidos que no podían recibir visitas por estar lejos de sus provincias, por lo que quienes sí podían hacerlo, recaudaban el dinero, compraban lo necesario y lo repartían equitativamente.”
“La tercera trinchera fue la dignidad. En los momentos difíciles apelamos a ella para no claudicar, para no bajar la cabeza, para no llorar, para demostrar que estábamos enteros. No nos pudieron”, cerró Actis.
Luis Ocaña y el homenaje a los culpables
“En aquellos años, los que estábamos detenidos pertenecíamos a distintos sectores, a diversos movimientos y organizaciones que existían y pululaban en los años 70. Nos reunimos para hacer este libro y contar nuestras experiencias, lo que vivimos. Para esta misión, nos sostuvieron también las familias que nos acompañaron con su apoyo. Sin ellas hubiera sido difícil sobrevivir y logar mantener, hacia el interior de las rejas, el deseo de seguir viviendo; un deseo que es más que la esperanza, porque la esperanza es pasiva. El deseo es el impulso que nos conduce a soportar, a compartir; una fuerza sin la cual no hay posibilidades de ser”, expresó Luis Ocaña. Y aclaró que “hay que recordarle a Gustavo Cairo (NdeR: Diputado Provincial por el Pro Mendoza) que no fueron 8.000 los desaparecidos en nuestro país, sino 30.000. Este libro quiere ser un homenaje a esos compañeros que fueron sepultados en una fosa común, o en el Cuadro 33, o en el mar, y no tuvieron la posibilidad de hablar. Ellos, y los que estuvimos presos, fuimos todos culpables, no había ninguno/a inocente. Todos, de una manera o de otra, queríamos un mundo mejor. Y somos culpables solo de eso”.
Ricardo D’Amico y "el compañero Di Benedetto"
A su turno, otro coautor del texto, Ricardo DÁmico, contó que “este libro surgió como una necesidad de expresar lo que soportamos y cómo pudimos sobrevivir". En ese contexto, recordó a Antonio Di Benedetto: “Don Antonio era una persona sin actividad política. Sin embargo, vivió una experiencia muy dura. Su libro “El silenciero” había tenido una difusión tremenda en Alemania y en Estados Unidos. Sin tener relación alguna con nuestras historias, tuvo tal grado de cercanía con nosotros que cuando le ofrecieron cambiarse de pabellón para ir a otro más confortable, en el que tendría televisión y buena comida, se negó. Quiso quedarse en nuestra compañía. Les dijo a los guardiacárceles: ‘Yo me quedo acá. Equivocados o no, ellos son más humanos que ustedes. Ellos me cuidan. Ustedes no’. Cuando fue secuestrado por la Dictadura, ocupaba el cargo de Subdirector del diario Los Andes. Fue mantenido cautivo durante un año. Sábato bregó por su libertad ante Jorge Rafael Videla y le salvó la vida”.
Anécdotas de compromiso y humor
D’Amico también recordó a Raúl Acquaviva, quien fuera testigo clave del asesinato de otro detenido, Marcos Ibáñez: “Raúl fue torturado para que no testificara por ese crimen. Pero él se mantuvo firme y tuvo la dignidad de declarar contra quienes lo habían matado. Los culpables recibieron cadena perpetua”.
Otra de las anécdotas que narró el exdetenido, fue la de un compañero de su ala, “al que le gustaba repetirse el plato de fideos moñito que nos servían. En una oportunidad, le cerraron la reja y quedó sin posibilidades de hacer la fila de nuevo y pasar el plato. Entonces dobló el plato de aluminio, lo pasó por entre los barrotes y lo abrió después para recibir la ración. Se lo pasaron por debajo de las rejas”.
Asimismo, destacó la anécdota humorística que tuvo como protagonista a Carlos Cangemi, otro detenido, quien cuando eran conducidos al avión Hércules para trasladarlos mientras los golpeaban, decía: ‘Bueno, no se peleen por ir del lado de la ventanilla’”.
“Allá por el 20 o 21 de julo del ’76 nos sacaron al patio, nos quitaron la ropa, hacía mucho frío, nos golpearon, a algunos les cortaron el pelo, con el ánimo de quebrar nuestra moral. Y cuando ya volvíamos a las celdas, comenzamos a reírnos. Ellos no entendían nada. Estábamos unidos, éramos inquebrantables, inmunes”.
Avelino Domínguez y “El fideo moñito”
“Este libro tiene un capítulo referido a la revista clandestina que produjimos en prisión" - narró Avelino Domínguez. "Yo fui el último convocado a trabajar en el primer equipo de producción, de una manera muy secreta. Los cuatro que compartíamos una de las celdas fundamos la revista ‘El fideo moñito’, con el 'revolucionario propósito de reírnos de nosotros mismos'. Al principio era un cuaderno de 8 hojas cuyas tapas se invertían para diseñar las portadas que generalmente estaban a mi cargo, porque soy dibujante. Con el tiempo descubrimos que el humor era revolucionario, y había sido el que permitió que sobreviviéramos y saliéramos enteros de la experiencia. El equipo de trabajo era anónimo. Cada ejemplar contenía nombres de personajes de la farándula como integrantes del equipo de la revista, o hacíamos gags de las características de nosotros mismos: teníamos un compañero que era de lo más inútil para lo manual, y lo bautizamos como el ‘responsable de inutilería’. Finalmente pedimos a los familiares que nos trajeran cuadernos más grandes, con más hojas, porque se sumaban las sesiones, como historietas, apariciones de personajes como ‘El fideíto’ un fideo humanizado, con manos y pies, que tenía funciones; también entretenimientos, como el ‘juego del pavote’, que necesitaba entre 3.000 y 1.200 personas para participar y descubrir quién era el pavote, pistas ambiguas y contradictorias mediante. Al final se incorporó el personaje de 'la hermana del pavote', a quien una vez le dimos la misión de entrevistar a Don Antonio Di Benedetto (reportaje ficticio). El último libro que él había publicado antes de ser detenido se llamaba ‘El juicio de Dios’. La hermana del pavote era muy ‘sarpada’, se le insinuaba al escritor, quien con dignidad, cortó el diálogo, a lo que la ‘hermana’ respondió: ‘-Juicio de Dios…¡Consejo de Guerra te van a dar a vos!’. ‘El fideo moñito’ tiene dedicadas una canción, un candombe y una pieza de teatro, por lo que sigue creciendo hasta hoy”.
Pedro Torres y la aventura del libro
Por su parte, Pedro Torres explicó que “los relatos fueron compaginándose para elaborar el libro, se convocó a compañeras para la corrección y revisión general del texto: Alicia Peña, Viviana Carullo y Pilar Piñeyrúa, actual Directora de la Ediunc (Editorial UNCuyo). Personalmente participé en el diseño, porque soy diseñador gráfico de profesión. Con la colaboración de la Asociación Bancaria de Mendoza, se logró financiar la publicación de 150 ejemplares del libro. Luego, el Secretario General de ATE y la CTA Autónoma, Hugo ‘Cachorro’ Godoy, excompañero nuestro en la Unidad Penitenciaria Nº 9, facilitó la impresión de 1.000 ejemplares. Y con el apoyo de exdetenidos y de mucha gente solidaria, logramos imprimir y vender 1.000 libros más. La última tirada se logró a través de la Unión Gráfica Cordobesa, mediante su Secretaria General, Ilda Bustos”.
Para terminar, Torres destacó a quienes trabajaron en la difusión de la publicación: Laura Rodríguez, Julia López y Paula Ferreyra.
“Con el libro no buscamos un fin económico. Los ejemplares son donados a universidades, escuelas, bibliotecas populares, con el fin de que trascienda la historia que vivimos los detenidos por la Dictadura”, finalizó Torres.