Luego del anticipo de la obra, durante la semana pasada, la conductora y coordinadora del espacio Ronda Lectora Literatura en Voz Alta, Lic. Ariana Gómez, se adentra en la lectura del primer cuento denominado “La edad de la discreción”.
Apenas comenzado, se registra el tono del relato, con una narradora en primera persona, lo cual otorga al texto una característica monologal. Si bien la obra tiene un segundo cuento que se titula “Monólogo” - y de suyo lo es- este primer relato, que narra la entrada a la vejez, la rutina de un matrimonio mayor, como habíamos anticipado, tiene una impronta: una modalidad intimista, vinculada a la narrativa del sentir de la subjetividad de la esposa, que conecta con la complicidad de las personas que leen, que escuchan sus sentimientos, sus recuerdos, y hasta sus reflexiones sobre las edades de la vida, de su vida. La juventud, el matrimonio joven, la mapaternidad, el hijo y también las dicotomías de los mundos laborales, vocacionales de los personajes matrimoniales (ella dedicada a las letras, a la docencia, él dedicado a la ciencia y a la política), conducen la lectura del texto.
La ciudad de París, en la actualidad de la narración (1968), también protagoniza el cuento junto a la esposa, a André, a Philiphe el hijo y a varios personajes algo satelitales. El espacio de “La ciudad luz” presenta un contrapunto con los cambios que se constatan en relación con un pasado memorado, que rescata la vida en el campo, la naturaleza, sus perfumes, sus dinámicas.
Ariana Gómez hace propicia esta 1era. Entrega del texto de Beauvoir, para mencionar el gran interés que la autora, escritora, ensayista, filósofa, docente y militante feminista, expresa en “las edades de la vida de las mujeres”. Surge, entonces, el recuerdo de una lectura de juventud inolvidable de la escritora: “Memorias de una joven formal”, que es la primera parte de una autobiografía en la que se narra la búsqueda de la conciencia examinadora que autoimpone un rigor implacable, mientras asiste a la universidad, conoce a jean Paul Sartre y no admite el autoengaño o los falsos ideales. Podríamos pensar en esa joven para relacionarla con esta mujer mayor que, en este primer relato, reflexiona sobre su discreción. A su vez, nos confiesa sus desvelos y nos enteramos de que ha escrito un libro, que se siente una intelectual, que valora la instrucción. Sin embargo, se vuelve vulnerable ante la inquietud que siente por la opinión de su hijo acerca del texto.
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