No escribir esas palabras que podrían ofender, no tratar esos temas sensibles, no describir de ese modo a un personaje, no criticar esa idea, no cuestionar esa estructura. Todos esos "no" —encolumnados detrás de lo que se considera políticamente correcto— son una forma de censura que pone en peligro la riqueza de los textos de ficción destinados a las infancias y las adolescencias, simplemente porque el temor a la cancelación de un artista o una editorial está ahí, siempre latente.
Aunque con matices, -en esa idea de que lo políticamente correcto puede restar riqueza a la creación literaria- coincidieron el escritor Fabián Sevilla, la escritora y editora María Luz Malamud y el decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO, Gustavo Zonana, quienes aceptaron la invitación de Unidiversidad para reflexionar acerca de la censura y la cultura de la cancelación. Esto, a partir del anuncio de la editorial británica Puffin Books de modificar la obra de Roald Dahl, autor de novelas como Charlie y la fábrica de chocolate, Las brujas y Matilda, para eliminar lo que consideró “lenguaje ofensivo”.
Los tres coincidieron en otros conceptos: un artista debe ser interpretado en su tiempo, la alteración de los textos clásicos implica un acto de censura, y estas modificaciones no se deben a una convicción real, sino a mandatos del mercado.
“Hoy saltó a la luz a nivel planeta este tema, porque se trata de Roald Dahl, pero quienes trabajamos para las infancias y las adolescencias ya veníamos sufriendo esto —especialmente después de la pandemia— esta ola de censura de libros y de cancelación de autores. Las editoriales tienen que estar muy seguras que van a vender lo que se imprime, entonces los editores —por las dudas y basados en su criterio— quieren que cambies palabras para no ofender al gordo, al morocho, al boliviano. Ellos deciden a quién no ofender y ya están haciendo una selección xenófoba, es una situación absurda”, dijo Sevilla, quien publicó libros en el país y Latinoamérica sobre temáticas densas que las editoriales suelen soslayar.
Malamud, escritora y creadora de la editorial Pez Menta, describió el peso de la corrección. “Este problema va más allá de que nos guste o no la forma de Dahl, lo más grave es que casi no quedan escritores o editores valientes. Estamos acorralados cuidándonos de no ser políticamente incorrectos, atentos a la censura y a lo que dicta el mercado, presos de una autocorrección que siempre se atreve a ir un poco más allá. Qué se puede decir y qué no, qué vende y qué no, qué ofende y qué no. Esto es tremendo. Como editora el panorama es el mismo, ese tema ofende, ese tema no es apropiado, ese tema no vende. Lectores, editores, mediadores levantando el dedo censor cuando el arte debería ser un acto de libertad”.
Ambos escritores señalaron que —en pos de esa corrección política— se termina avasallando lo mismo que se busca defender: la libertad, la posibilidad de crear una obra bella, sin censuras, sin palabras ni temas prohibidos.
"Higienizar los libros"
Sevilla explicó que la corrección política busca “higienizar los libros", es decir, que sean impolutos, sin malas palabras, sin alusiones a colectivos que supuestamente se ofenderán. Dijo que el libro, la palabra escrita, sigue teniendo un peso enorme del que carece otras expresiones artísticas que leen y ven las infancias. Y eso —dijo— aún en medio de esta ola de censura y cancelación es algo para celebrar.
El escritor comentó que —pese a que las presiones existen y son reales— después de años de trabajo busca crear con libertad, que no se autocensura ni cede ante presiones absurdas sobre los temas o lenguaje. Explicó que se guía por su sentido crítico común, el de un hombre de este tiempo, que se considera feminista, que sigue el criterio de no ofender por cuestiones físicas, ideológicas, sexuales o raciales y que su máxima es no trasmitir nunca mensajes de odio.
En el mismo sentido, Zonana consideró que la corrección política puede restar riqueza al texto literario, pero destacó que la clave para evitar esa posibilidad está en el artista y en la calidad de su obra. “Ciertamente todo depende de los acuerdos sociales y en esto también pesan muchísimo las instituciones y el mercado. Entonces sí está ese peligro latente, pero creo que los buenos escritores no se van a ceñir a esto. Pasa con todo lo que son movimientos culturales, de pronto algo se impone como moda y en un comienzo es un elemento emergente, es un aporte, renueva el escenario, hasta que de pronto ese aporte deviene un cliché y cuando deviene cliché se termina desgastando y posiblemente muere por su propio peso”.
El decano dijo que la coraza contra cualquier forma de censura es la calidad de la obra. “Creo que el escritor genuino no tiene en cuenta esos parámetros, no está pensando qué palabra es la políticamente correcta o si esta expresión es incorrecta desde el punto de vista de los efectos que puede llegar a producir. El escritor, lo que espera cuando escribe es conmover o compartir un acto de conmoción interior, porque en definitiva lo que el escritor hace es eso, entonces el que es genuino no se va a mover necesariamente por ese parámetro de lo que es políticamente correcto”.
Un mundo de ficción
¿En una obra literaria todo es válido, hay palabras o temas que no se pueden utilizar? Zonana, quien dicta la cátedra Teoría y Crítica Literaria, apeló a sus dotes docentes para responder que sí, que cualquier expresión es válida en el mundo ficcional, siempre que sea coherente con lo que se narra y con el público al que está dirigida.
Para el decano, un aspecto central de la discusión es determinar el ámbito del que se habla. “Yo quiero escribir un tratado sobre la discriminación, sobre el lenguaje inclusivo, esa es una situación. Yo quiero crear un mundo de ficción, esa es otra situación, y en la creación de un mundo de ficción todos esos estereotipos, esas palabras, esas expresiones tienen que estar porque hacen a la coherencia del mundo ficcional que responde a otra lógica. En un mundo de ficción entra todo, tiene otra ley, que es la coherencia de ese mundo”, explicó.
Sevilla coincidió con esa idea de que vale todo en el mundo ficcional, porque ese todo —explicó— está imbricado a un tiempo, a la cosmovisión del escritor, a sus intereses y al conocimiento y respecto de su público. Dijo que no hay palabras ni temas prohibidos, cuando están al servicio de lo que busca decir a las infancias y las adolescencias.
Ante un cuestionamiento, comentó el autor, siempre prima su sentido común. “Cada vez se hace más difícil cuando viene la edición y te dicen fíjate esta palabra y vos la leés y no entendés qué miedo tienen. A ver, el miedo es que ese libro no se venda en una escuela, pero no me auto censuro, aplico el sentido común. Es decir, yo sé que no tengo que transmitir mensajes de odio ni palabras que no me gustaría leer a mí, pero también sé que hay historias y personas que me demandan cierta ideología y ciertos modos de actuar, que son repugnantes y repelentes, pero los necesitás porque —si no— no habría conflicto y la literatura es eso, conflicto”.
La subestimación a las infancias
Debajo de las múltiples formas de corrección política —coincidieron Sevilla, Malamud y Zonana— también existe una subestimación de las infancias y las adolescencias, como si no tuvieran la capacidad de decodificar un texto, de entender un contexto o una descripción. En el lado opuesto —comentaron— está Dahl, justamente por su forma de tratarlos de igual a igual, lo que generó —y sigue generando— que se identifiquen con sus personajes, con sus tramas, con sus críticas mordaces a la escuela, a la familia, a los adultos.
Malamud resaltó esa característica del escritor al que describió como incorrecto, irreverente y valiente. “Cuando leemos a Dahl o a cualquier otro autor que no sea de esta época, lo estamos leyendo en un contexto determinado. Hay una subestimación de los pequeños lectores, de creer que no van a poder hacer una lectura crítica y eso es algo que tristemente impone el mercado. Por eso pululan los libros de autoayuda para niños, como esos que les enseñan a gestionar emociones y de los cuales está saturado el mercado editorial”.
Para Sevilla, la “higienización del libro" y el lenguaje es otra forma de subestimación. “Quieren higienizar el lenguaje, buscar lectores chatos, acríticos, que no se animen, que no se arriesguen, que no cuestionen, lo que se busca es que el libro no sea generador de conflictos”, expresó.
Zonana aportó su visión. “Hay una literatura que programáticamente aborda ciertos temas con cierto lenguaje, temas como familias ensambladas, género y entonces busca un determinado efecto y posiblemente sea una literatura fácilmente editable. Ahora, hay otras creaciones literarias que —no habiéndose puesto el propósito de responder a esa etiqueta y a ese molde— abordan esas temáticas y lo hacen con profundidad. Por lo tanto, pueden ser trabajadas para niños y jóvenes”, comentó.
Escribir en tiempos de corrección
Aunque no existe una fórmula, Sevilla explicó cuáles son los parámetros que sigue para crear en tiempos de censura y cancelación. “Me pongo del lado del lector y respeto su inteligencia, aplico mi criterio común, no transmito mensajes de odio, pero les hablo derecho y claro. No saco palabras o elementos porque puede ofender, porque si lo hago, no estoy usando la literatura como espejo del mundo y de la vida y —para mí— la literatura es reflejo de eso”.
El escritor aseguró que —frente a las distintas formas de censura— los y las escritoras están firmes y que no es una situación nueva para la literatura infantil y juvenil. “Si empezamos a hablar de la censura para las infancias, tenemos que irnos al siglo XVIII, esto no es nuevo, lo que pasa es que hoy estamos en un momento donde la política en cuanto a la inclusión, a la diversidad, el empoderamiento de la mujer, los movimientos feministas están atendiendo todas aquellas problemáticas de larga data, pero en ese atender se están llevando por delante un acervo creado por los artistas universales hace 200, 300 o 500 años que hoy les resulta ofensivo, eso es absurdo, porque yo como persona inteligente tengo la capacidad de actualizarla y no cancelarla”, expresó.
Malamud resaltó la valentía como una cualidad necesaria para crear en estos tiempos. Dijo que es indispensable para evitar la autocensura y las imposiciones cada vez más fuertes del mercado.
Zonana coincidió con ella, pero agregó cualidades. “Creo que se necesitan escritores que escriban bien y tenemos muchos ejemplos en la tradición literaria del pasado y de la actualidad, entonces sigamos ese ejemplo. Ciertamente que la valentía forma parte de eso, pero yo te doy la mirada del profesor, no del escritor, y creo que es valentía, creatividad y conocimiento de la tradición para no creerte que estás inventando la pólvora cuando la pólvora ya la inventaron los chinos. Todo eso se necesita”.