En esta ocasión, la coordinadora del espacio Ronda Lectora Literatura en Voz Alta, Lic. Ariana Gómez, conduce la lectura de la parte final del segundo relato titulado “Monólogo”.
Escuchamos las resonancias de estas desgarradoras palabras: “Necesito un hombre quiero que Tristan vuelva porquería de mundo gritan se ríen y aquí estoy consumiéndome de tristeza; cuarenta y tres años es demasiado temprano es injusto quiero vivir. La gran vida yo estaba hecha para eso: el cabriolé el apartamento los vestidos y todo lo demás” (De Beauvoir, 1968, p. 52).
Podemos mencionar que este final del monólogo tiene una idea nuclear que ronda y sostiene, que es la de la Muerte, la de su hija, sobre todo; luego, la idea de salvarse del dolor a través de la propia muerte.
La relación de Murielle con sus hijos no había sido la mejor, pero una mañana, al entrar al cuarto de su hija, se encuentra ya solo con un cadáver. Ella piensa que todos a su alrededor están en su contra. El día más trágico de su vida no tiene con quien compartir, se siente muy sola. A pesar de que su infancia estuvo marcada por golpes y maltratos, Murielle no había educado de la misma manera a sus hijos: “Toda mi vida serán las dos de la tarde un martes de junio. «La señorita duerme muy profundamente no puedo despertarla.» Mi corazón saltó me precipité a los gritos: «Sylvie ¿estás enferma?». Parecía dormir todavía estaba tibia. Todo había terminado hacía varias horas me dijo el médico. Chillé di mil vueltas por el dormitorio como una loca. ¡Sylvie Sylvie por qué me has hecho esto!” (De Beauvoir, 1968, p. 60).
Luego, la idea nuclear ronda el sentimiento de soledad, pues le han robado a su hijo. Monique piensa en suicidarse. El desenlace de la historia se da cuando ya la protagonista no soporta su soledad. Su hijo tenía un pensamiento errado de su madre, por lo que no deseaba vivir con ella, sino con su padre Tristan. La desesperación de Murielle era enorme.
El consenso crítico abreva en que el final de este relato es abierto, ya que no termina en algo concreto, es decir, a nuestro sentipensar poco importa. La experiencia es demoledora: “Me defenderé. Hablaré con Francis le diré quién eres. ¿Y si me matara en su presencia crees que le dejaría un buen recuerdo?... No eso no es chantaje sucio asqueroso para la vida que llevo poco me costaría liquidarme. No hay que acorralar a la gente hasta el final se vuelve capaz de todo hasta hay madres que se suicidan con su hijo...” (De Beauvoir, 1968, p. 63).
No te pierdas esta 9na. Entrega de la lectura de “La mujer rota”, el último episodio antes de las vacaciones invernales.
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