Podría despedirte como mi Titular; como mi Jefa; como mi colega. Pero elijo despedirte como MI AMIGA. Y, tal vez por esta condición de amiga generosa y fiel, me cuestan tanto estas palabras. Palabras que, rebuscando en mi memoria, y por ser tantos los años compartidos, es que estas se atoran, se empujan, se detienen, se atropellan, tiritan, se entremezclan.
Este párrafo es de agradecimiento: por todo lo que me enseñaste; porque supimos, a pesar de la diferencia de edad, acoplarnos y trabajar en Lingüística textual de una manera poco convencional. Allí, cuando la lingüística era el patito feo, vos supiste que había que hacer hablar a la literatura. Y desentrañar, con nuestras herramientas, todo el mundo literario. Prueba excelsa de ello lo constituyen tus documentos, devenidos en los famosos cuadernillos de ejercitación para los alumnos, en los cuales, Mario Benedetti, Carlos Fuentes, Octavio Paz, por nombrar solo algunos, poblaban tus teorías y ejercicios. Amaste, con pasión, el boom latinoamericano. Y no he conocido otra persona que leyera y conociera tanto de literatura hispanoamericana, como vos. Y lo hiciste así, en tu tesis de maestría. Porque siempre fuiste una adelantada o, tal vez, una incomprendida. Y qué decir del capítulo del Leo pero no comprendo. Cómo trabajamos. Cuánto café consumimos. Cuánto fumaste. ¿Viajes? Salta, Bariloche, Buenos Aires, por nombrar algunos; en fin, mucha vida compartida. Tantos congresos y trabajos. Tantos grupos de investigación. Tantas horas corrigiendo juntas.
Ahora, es como amiga que te escribo. Elegante, con peinado impecable, vestida con Madame Tricots, ibas a la facultad con garbo y una sutil sonrisa en tus labios. Y me resuena una frase, el saludo telefónico de casa, cuando hablabas al fijo: “Buenos días, Sra. Ana María. Ya le paso a Carolina”. Y así, asados, casamientos (no el mío), almuerzos, Comuniones, reuniones con eclécticos grupos, fuimos conformando un universo entretejido de variopintos colores y anécdotas que aquilataron, con el paso del tiempo, nuestra amistad. Tu partida, tal vez, ya había sido antes, pero no importa el cómo. Duele el vacío de las grandes ausencias. Lacera la pérdida de una amiga. Marcela, Guille y Gaby y tus nietos te lloraron tanto … Y yo, ni te digo. Estoy convencida de que dejaste grandes discípulos pero lo más importante, sembraste amor. Y tu cosecha es grande.
Me despido con un hasta siempre, amiga fiel y generosa. Las aulas necesitan más Maestros como vos.